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Literatura
17 5 2018
Jean Paul Sartre y Mayo del 68: el rencor y la flema por José de María Romero

Se sabe que el espíritu ilustrado se materializó entre nosotros cuando, como lo definió Kant, nos “atrevimos a saber”, es decir, comenzamos a emplear la razón sin la intercesión de autoridad alguna. La cadena de protestas que tuvo lugar en Francia en mayo de 1968 actualizó sin duda el legado intelectual del Siglo de las Luces: aquella microrevolución ayudó a apuntalar la creencia en el progreso, la razón y el cambio. Como corresponde a una distopía del no, la obra de su más insigne representante, el filósofo, escritor, novelista y dramaturgo Jean Paul Sartre (París, 1905- 1980), dibuja un futuro de índole proléptica. Leídas hoy, novelas como La náusea (1938) o Los caminos de la libertad (1945-1949) prefiguran una sociedad que ha obtenido exactamente lo que merece: un estado que suscribe sin rechistar las prerrogativas de las élites.

Medio siglo después de aquel Mayo del 68, sentimos que la sátira de Sartre (como lo mejor de Swift, Céline o Waugh) es solo la mitad de la broma: ¿cuántos niveles de significado se encuentran aún inexplorados, esperando arrastrarnos desde nuestro firme terreno moral? Y eso que las innovaciones, normas y categorías occidentales han logrado una hegemonía cuasi universal. Instituciones políticas como el Estado nacional, formas estéticas como la novela, ideologías como el nacionalismo, el liberalismo y el socialismo, y procesos como la ciencia, la tecnología, el capitalismo industrial se han convertido en puntos de referencia para la evaluación de cualquier otra forma de vida humana, pasada o presente.

Y, sin embargo, la obra de Sartre nos sigue advirtiendo de una forma no esencialmente política, sostiene el periodista Robert O’Brien en su artículo sobre el autor francés en el número de mayo de 2018 de la revista londinense Stanpoint. El objetivo real de su dardo, según el escritor británico, es la venalidad y la lujuria predeciblemente manipulables del ser metropolitano moderno, intelectual o de otro tipo, el individuo que se somete felizmente al nuevo orden, no por razones filosóficas o religiosas, sino porque los nuevos propietarios pagan mejor o, lo que es más importante, porque tiene así la ilusión de ser libre: “Debajo de la obra de Sartre se esconde un persistente elemento de auto-disgusto que se une al disgusto francés, produciendo el furioso deseo de un cambio radical en todo”. Como señala O’Brien, nos encontramos sumidos en un estado de ánimo condicional científico-ficticio, convertidos al fin en el futuro de gratificación sensual sin fin que predijo el pensador de El ser y la nada (1943).

“[En mayo del 68] Sartre era una especie de estrella que explotaba de forma verbal: no veía contradicción entre sus proyectos literarios y políticos, desde su obra sin terminar sobre Flaubert, 3.000 páginas de deconstrucción freudiana-marxista, destinada a explicar cómo su tema era irremediablemente burgués, por qué se encontraba desintegrado, y su fino estilo era una pobre compensación por la debilidad de ser un esclavo pasivo del imaginario”. Los problemas que abordó el biógrafo y crítico literario parisino nos siguen definiendo, según el autor inglés: ¿Se hunde Europa, lugar de nacimiento de la Ilustración, bajo un peligroso multiculturalismo? ¿La desconfianza que existe entre el establishment y la ciudadanía desembocará en un conflicto abierto? Y, sobre todo, ¿hay alguna razón para preocuparse, de forma apasionada o no, o deberíamos abrazar incondicionalmente lo mejor de nuestra civilización, este compuesto de rencor y flema, dando así la bienvenida a sus eventualidades como estertores de un sistema difunto?

Difícil, a la luz de las pruebas que se nos presentan, no compartir las compunciones de un artículo que censura, sobre todo, la capacidad de algunas figuras públicas, respetadas por todos, de escribir naderías en una prosa impenetrable. Se enfrenta el escritor londinense a un personaje que, como todos nosotros, en ocasiones, teme a la responsabilidad de ser libre y hace todo lo posible para que los demás tomen decisiones por él. Nos alienta a pensar, al mismo tiempo, sobre la naturaleza tragicómica de lo que significa ser humano: un anhelo de control total sobre el propio destino, una identidad absoluta, y al mismo tiempo, una comprensión de la inutilidad de ese deseo.

Extraños tiempos éstos de locura (no sólo) política. Un involuntario proceso de consecuencias impredecibles nos ha permitido redescubrir el lenguaje de los derechos humanos. No es de extrañar que volvamos una y otra vez a mayo del 68, a Francia y su legado intelectual. ¿Cómo deberíamos abordar la obra de Sartre en 2018? Gran parte de su lucha intelectual y su trabajo, sin embargo, nos parecen pertinentes. Difícil no pensar, a la luz de sus escritos, en lo artificiales que son nuestras relaciones con otros, sobre todo en las redes sociales, donde exigimos, más que cualquier otra cosa, que los demás confirmen nuestras autoimágenes, mientras que ellos, no menos irritables, necesitan sobre todo que confirmemos las suyas.

Tal vez nuestro rechazo a aceptar lo que es humano es, por abrumador o paradójico que parezca, lo que nos hace humanos. Cuando leemos la afirmación de que los seres humanos podemos, a través de la imaginación y la acción, cambiar nuestro destino, sentimos algo de la carga de la responsabilidad de una elección que nos convierte en seres morales. Por lo tanto, el conflicto existencial y la responsabilidad moral y política que no pocos filósofos denuncian no ha desaparecido; más bien, parece que hemos elegido la opción fácil de ignorarlo.

acerca del autor
José de María

José de María Romero (Córdoba, 1972) es poeta y novelista. Su primer libro “El corazón el hueco”, consta de la trilogía Resurrecciones (Asociación Cultura y Progreso, 2011), “Mil novecientos setenta y Dos” (Ediciones en Huida, 2011) y Talismán/Talisman (Editorial Anantes, 2012. Edición bilingüe. Traducción de Curtis Bauer), del que la plaquette “Ridículo ciego feliz en mi sitio”/”Ridiculous blind happy in my place” (Q Ave Press, 2012. Edición bilingüe y traducción de Curtis Bauer) es un adelanto.Romero Barea fue incluido en la Antología de Poesía Contemporánea (Fernando Sabido Sánchez editor, 2011) y en la antología “1 poema 20 días” (Ediciones en Huida, 2012). Es autor, además, de una serie de novelas reunidas bajo el título común de “Interrupciones. Hilados Coreografiados” (Ayuntamiento de Aguilar de la Frontera, 2012) abre la serie y “Haia”. Ediciones Irreverentes publicó en 2012 su relato “To David, para David” en el blog de RTVE-RNE Sexto Continente. Colabora con sus reseñas, entrevistas y traducciones en publicaciones de ámbito nacional e internacional.