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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
7 8 2018
Mañana es el día siguiente (fragmento) por Mario Marín

Esto me ocurrió hace solo un año. Me embarbasqué sin freno. Y en cualquier momento vendrán y me llevarán. Estaré en la terraza, viendo algún catálogo de los van Eyck, o de Botticcelli, o de Ribalta. Entrarán con un ariete gritando que al suelo y me dejaré coger.
Porque fue mucho. Como romper en agosto un panal con otro panal. Mucho de mucho. No hay otra manera de explicar la cosa sino con la existencia de Dios, porque pasó muy gorda. O fue el nuestro o el de los moros o el de los chinos o se pusieron de acuerdo los tres. La cuestión es que me encabroné y después no supe salir. El asco me pudo.
No fue tampoco por una racha de bares. Mi médica me había tenido agarrado con una medicación fuerte por lo del oído y llevaba más de un mes sin beber nada fuerte. Tampoco fumado. Fumo desde siempre, pero si me da el punto, me paso semanas enteras fresco. La primera vez que me drogué tenía doce años y fue con chicharrones. El chicharrón, si está bien amasado y tú tienes mucha prisa y mucho miedo, te lo meten por hachís y ni te enteras. Se lo pillábamos al hermano de Braulio. El cabrón tenía siempre una postura de chicharrón para los vainas que comprábamos la primera vez. Después, a los dos o tres días nos buscaba y nos pasaba para un par de porros. Se murió este año pasado, y seguía con lo del chicharrón para los aventajados.
A mí me sigue gustando el jaleo, pero ya no hay fuerza para tanto y cada vez la cago menos. Con los veintitantos tuve filos muy malos, de solo ganar para gastar, de buscar siempre lo torcido y de salir una noche aquí y terminar dos días después detrás de allí.
Ahora desde hace un tiempo vengo con otras miras. Hay que respetarse a uno, porque no tenemos más pecho ni más piernas ni más cabeza que la que tenemos, y tienen que durar. Fue mi vecino Pedro quien me convenció. Yo vivo en Huelva, en la Avenida de las Adoratrices, en el bloque del DIA. Y Pedro también. Nunca hemos sido amigos del mismo grupo, él es cinco años más nuevo que yo y tenía su propia gente. Pero sí hacíamos la misma ruta; mismos bares, misma droga y mismas discotecas.
Hará tres o cuatro años Pedro empezó a correr con su hermano chico. Enrique es un chaval largo y muy serio que ahora trabaja en Alosno, de bombero de Diputación. Tenía que prepararse unas pruebas muy zumbadas de correr en unos tiempos y hacer unas tablas de algo y el chaval llevaba muchos años entumecido con los estudios. Cinco para sacarse Turismo y terminar haciendo guardias de noche en el Canela Golf de Isla. Pedro con su hermano es locura, y cuando le dijo que corriera con él, solo le dijo que cuándo y hasta dónde.
Después de las carreras, el hermano siempre se subía y Pedro y yo nos tomábamos dos o tres cervezas en el Bar Madrid. Cuando el chaval hizo los exámenes y aprobó, Pedro me dijo que corriera con él, y desde entonces no he parado. Es una locura lo del footing. Como un vicio.
Hace un par de años fue cuando Pedro me ofreció lo del huerto. Habíamos salido a correr. Con un frío de los malos y una humedad que parecía batido de niebla. Era la segunda o la tercera semana después de Reyes. Le dimos la vuelta a Huelva empezando por subir al Conquero, bajar a la Orden Alta y seguir después la Ronda hasta volver otra vez a las Adoratrices. Pedro y yo corríamos siempre con mucha sincronía, con el mismo ritmo y el mismo baile. Mucha simetría y equilibrio. Con los primeros pasos cogíamos el compás y ya no lo soltábamos. Si Candida Höfer hubiera pasado con su coche camino de cualquier sitio para una localización y nos hubiese visto correr, habría frenado como una loca, se habría bajado con la cámara en la mano y habría tirado cuarenta o cincuenta fotos. Serie Movement and Symmetry.
Mientras corríamos, Pedro me habló de su traslado a Ferrol. Él está con una empresa de montaje, y cuando hay por aquí, por aquí se quedan, pero si vienen malas, subcontratan y tiran para donde sea. El montaje tiene eso, que te mueves mucho.
Pedro salía en cinco o seis días. Para dos años o más si se ampliaba la contrata. Y me dijo lo de Aljaraque. La parcela la compraron los padres al poco de casarse. La fueron obrando y arreglando y terminó siendo una casa de campo muy apropiada. La zona tenía más vecinos, gran parte parejas jóvenes con hijos pequeños o encargados. Todos los fines de semana de la infancia de Pedro y el hermano los pasaron en el campo de Aljaraque. El padre y seis o siete vecinos más habían conseguido sacar agua con un artesiano que después canalizaron para las huertas de cada uno. Y aquello se convirtió en una Arcadia a donde largarse cada viernes. Huertas donde todo lo que se sembraba se daba, lomas de frutales con endrinos, melocotoneros, azufaifos, perales e higueras, pequeños corrales con gallinas, pavos y conejos, y agua, mucha agua. Agua también para llenar las albercas que cada uno había levantado en su parte alta, que eran la locura de los niños cuando apretaba el calor y que llevaban el sobrante por una pequeña acequia de obra hasta lo sembrado.
Las parcelas están sobre una solana que revira hasta el barranco, donde empieza la zona de pinos. Son pinos piñoneros de la reforestación de los cuarenta y que ahora son hermosos y corpulentos. Un pinar que se abre y tira para el término de Cartaya por un lado y para el de Gibraleón por el otro.
Ahora ya nada tiene que ver con lo de aquellos años. No hay apenas niños que griten muertos de risa o corran con sus bicicletas subiendo y bajando los carriles. No hay alegría en las tardes, ni coches proletarios aparcados en las entradas, ni chimeneas tirando humo como cigarros habanos.

acerca del autor
Mario

Mario Marín, Aroche, Huelva, 1971. Licenciado en Bellas Artes por la Universidad de Sevilla. Actualmente su desarrollo artístico lo desplaza de la literatura a la creación plástica en un ida y vuelta continuado y a veces paralelo. Desde 2001 publica en varias revistas de literatura y es premiado en numerosos certámenes, como el Relatos Cortos Ciudad de Isla Cristina en 2005, el Villa de Fuente de Cantos en 2007 o el Cosecha Eñe en 2012. Su obra aparece en varias antologías y en distintas publicaciones. En 2002 publica el híbrido “Mis lástimas preferidas” en la Editorial Cacúa; en 2003 “Le Petit Bubon” en la Editorial Essan y en 2015 “El color de las pulgas” con Ediciones del Viento. Invencionista por credo. Activista performer. Desarrolla proyectos. De sólida formación artística y escaso interés por la prudencia, plantea sus propuestas como escenarios estéticos y necesariamente desollados.