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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
12 11 2001
Retrospectiva de la obra de Balthus en Venecia
Sobre esta crítica de la lentitud en pintar sus lienzos, Balthus se adelantó a sus detractores en la entrevista que le hizo Françoise Jaunin (1): "No tengo interés por la lentitud. No busco en absoluto trabajar lentamente. Pero el hecho está ahí, el nacimiento de un cuadro me toma mucho tiempo. ¡Así es! Tengo necesidad de dejar madurar el lienzo que estoy pintando. Reflexionar, concentrarme, meditar, encarnizarme a poner las cosas en formas y en colores como la visión lo pide, todo eso exige mucho tiempo..." Sus comienzos no fueron nada fáciles, en otros tiempos se aprendía la técnica y los secretos del oficio de la pintura en el taller de un maestro y no fue su caso, siendo autodidacta, a falta de maestro, tuvo que buscar su vía pictórica a tientas. Los cuadros pintados antes de 1930, sobre todo las escenas parisinas, reflejaban diversas influencias entre las cuales se destacaban la de Bonnard. A partir de su primera exposición en 1934, las escenas de la vida cotidiana, las de sus interiores y sus retratos tienen resonancias con el realismo fantástico alemán. "Extraños y como invisibles sus personajes" escribió Françoise Jaunin (1), "los paseantes parecen ser sonámbulos de mirada ausente. Los jugadores de cartas observan al espectador en lugar de concentrarse en el juego o de mirar a los demás jugadores. Los paisajes de dulzura elegiaca y de tonos terrosos, mates y claros, como los frescos italianos, vuelven a inventar una Arcadia alpina o agreste preservada de los ruidos y de las convulsiones de la modernidad." Mantuvo en los años treinta relaciones efímeras con los surrealistas, cuya visión estética no tomaba en serio, aunque sus primeros lienzos fueran tratados de "surrealistas" por su atmósfera onírica. "No he tenido nada que ver con el surrealismo" le dijo a Françoise Jaunin. "Es un movimiento que ha dejado tantas malas semillas. En cuanto se habla de algo absurdo o extraño, se dice que es surrealista..." Ante la defensa del surrealismo que, pese a todas las críticas, es un movimiento que quedó en la historia del arte, Balthus replicó: "Desde el comienzo, era un movimiento lleno de trucos y de efectos detestables. No me gusta lo que es falso, lo que es apariencia. Y además está lleno de literatura. La pintura no es eso. Es un lenguaje en sí que no necesita muletas..." La crítica señaló el rigor clásico de la composición de los lienzos de Balthus, gran admirador de Piero della Francesca, cuyas obras estudió y copió durante el período de aprendizaje para impregnarse de su técnica. Se mantuvo también fiel al arte de los maestros del siglo XIX, Cézanne y Seurat, y supo dar un toque muy personal a las escenas representadas en sus cuadros, una atmósfera hierática y teatral. Después de 1940, Balthus afirmó el estilo "erótico intimista" de sus cuadros en los cuales se observan a las adolescentes en los interiores, dormidas, aseándose, etc. Cuando Françoise Jaunin inquirió por los motivos de esa predilección, Balthus respondió: "Son ángeles." En su oficio se muestra ecónomo y mesurado por el estudio y la meditación de muchos años sobre el arte de los frescos medioevales y su gusto por los colores lisos y granujientos. Parece conceder al dibujo una aparente predominancia sobre el color, que se muestra más sutil a partir de los años sesenta, especialmente en sus paisajes, donde se constata la armonía y el ritmo de Cézanne y la geometría rigurosa y maravillada de los panoramas del quattrocento. Algunas de sus obras tienen semejanzas con el arte de Courbet y que expresan a veces su fascinación por el arte oriental. Françoise Jaunin le preguntó, si había alguna influencia extremo oriental oculta en su pintura, el artista respondió: "Yo no he practicado un 'orientalismo' en mi pintura. Eso me hubiera parecido falso, trucado. Es una afinidad de mirada lo que me ha sostenido y estimulado desde que yo me interesé en ese arte. Pero no se puede hablar de influencia..." Según Balthus, la pintura china y japonesa no son una simple imitación de la naturaleza, sino la expresión visual de una filosofía. Los artistas del lejano Oriente no buscaban tanto representar ni identificarse con la naturaleza y con mundo. Para ellos, cada pincelada debía ser una idea viviente. Los primitivos de Siena hicieron lo mismo. No se interesaban tampoco en la imitación ilusionista. La esencia de la pintura prerenacentista toca la esencia de lo sagrado. ¿Cuándo apareció la diferencia entre el arte y la realidad? "En el Renacimiento" respondió el artista, "es el Renacimiento que ha provocado la gran fractura entre Oriente y Occidente. Primero porque se inventa la perspectiva, que impone un punto de vista fijo y único, para dar al espectador la ilusión de lo verdadero. Pero, ¿cuál verdad? Enseguida, porque el Renacimiento ha instaurado la representación 'realista'. Pero, ¿de qué realidad se trata? No la mía en todo caso, ni la de Courbet de quien han hecho un abanderado de la escuela realista... lo que es perfectamente absurdo. Y al final, es en el Renacimiento cuando se opera la separación: el pintor se transforma en artista y el carpintero en artesano..." "De sus obras recientes" escribió su hijo, Stanislas Klossowsky de Rola (2), "ricas en relaciones de tonos de una maravillosa sutileza, se destaca una potencia muy hierática. Sin embargo, lejos de estar satisfecho, lejos de estar contento de él y lejos de estar satisfecho al final de su carrera, Balthus fue aspirado por una necesidad a la vez irresistible y desesperada, hacia un ideal desconocido, que no está muy seguro alcanzar. Aspirando a la perfección anónima del ser desembarazado del fardo de sí mismo, sólo considera en este sentido su persona y su trabajo, como medios y no como finalidad." Balthus siempre se consideró un pintor anacrónico. Diferente en relación con la época en que le tocó vivir e indiferente a las agitaciones y a los grandes cambios de la vanguardia artística. Se sintió al margen del mundo para acomodarse mejor en la esencia de la pintura. Pero su diferencia no consiste sólo en pintar en pleno siglo XX con el estilo de un fresquista italiano de antes del Renacimiento, sino de inyectar en sus lienzos el misterio. El espectador capta esta diferencia en la fracción de segundo que parece separar a sus personajes con la realidad. Tiene la impresión de haber llegado muy temprano o demasiado tarde. Aunque esta diferenciación sea sutil y al mismo tiempo fatal, el espectador se queda en el umbral de ese teatro que es el arte de Balthus, sin poder penetrar totalmente en él. (1) "Balthus, Les méditations de un promeneur solitaire de la peinture", entretiens avec Françoise Jaunin, collection Paroles Vives, La Bibliothèque des Arts, Lausana, Suíza, 1999. (2) "Balthus", por Stanislas Klossowsky de Rola, con 80 ilustraciones en color, Hermann Editeurs des sciences et des arts, París, 1983. Otras obras recientes sobre el artista: "Balthus à contre-courant", entrevista con Costanzo Costantini, traducido del italiano, Editions Noir sur Blanc, París, 2001. "Mémoires de Balthus", recogidos por Alain Vircondelet, prefacio de Paul Lombard, Editions du Rocher, París, 2001. "Balthus, correspondence amoureuse avec Antoinette de Watteville, 1928-1937", Buchet-Chastel, París, 2001.
acerca del autor
Héctor

Balthasar Klossowski de Rola nació en París en 1908, en una familia polaca ligada al ambiente artístico y literario parisino. Pasó su juventud entre las ciudades de Berlín, Berna y Ginebra. Cuando tenía 16 años su familia decide instalarse en París. A partir de 1927, expone sus lienzos y en 1954, decide fijar su residencia en Suiza, donde falleció en febrero de 2001.