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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
9 12 2018
Gloria Castro Ballester: una poeta que se "harakiriza" para embellecer su dolor

ENTRE SANTIAGO Y MADRID

Eres
la coma que me separa
de la libertad.
Lo que la chimenea al invierno.
Un cruce de miradas
en pleno centro
de Madrid.

Podría escribir
que en realidad hablo de Santiago,
que me refiero a ti.
Sin embargo, lo que quiero que entiendas
es que en cualquier lugar, maquillado y extraño
reconocería el inevitable brillo de tus ojos
como pozos
abiertos al mundo.

Que no me costaría dar con tus manos
ni con la solución a tu laberinto.
Que vuelves sencillo lo difícil,
y que mi temor es una cascada de aire limpio
al pasar cerca de ti.

 

LUCÍA (DEL VERBO ‘LUCIR’)

Lucir: “del latín ‘lucere’”, “brillar con luz propia”.

Lucía
-siempre-
Con la tranquilidad
de un pájaro volando en la tierra
al que apuntas con el dedo
para no perder de vista
los anhelos (secretos) de su mirada.
Y qué voy a decir yo al respecto
si a ella se le queda pequeña
cualquier metáfora.

Lucía
(para mí)
Como un precipicio:
Ella no lo sabe, pero el mundo entero
estaba bajo sus pies.
Y, sin embargo, la prisa no entraba en sus pasos.
Yo había conseguido perderle el miedo,
y quise encontrar el camino de vuelta
siguiendo su rastro.

Lucía
(en los días de lluvia)
la facilidad de una ventana abierta
que te deja observar el mundo
a carcajadas
a través de sus ojos.

Lucía
(al mirarme)
un sueño que no llega,
un abrazado que se queda
sus
pen
di
do
en el aire.

Lucía:
un enjambre de versos
que galopan con rabia
mis intentos distópicos
de silencio
al verla caminar.

Lucía:
amor, vida, risa.
Amalgama de luz y poesía
que calienta mis manos
en las tardes eternas
de café.
Arquitecto de lo inacabado,
para que no haya una última vez.

Lucía
como un sitio al que volver,
como un cuerpo en el que no cabe la pena.
Prometo que en realidad es el aire quien
la respira a ella.

 

LA FÁBULA DE ESOPO

Has contado siempre lo necesario
para que no supiera nada de ti,
como el trapecista que esconde las manos
o los ojos nublados de un niño
al pedir el más secreto deseo
a una estrella fugaz.

Como los paisajes de estampas sombrías
de los poemas de Poe,
o los tantos “¿me recibes?” fallidos
que he tratado de enviar
a través de esas falsas coordenadas
a la recámara de tu estación espacial.

Como el cojo que está a un paso
de no dar el siguiente.
Actúas como lo hacían los tigres rojos
de las visiones de Blake.

Como las palabras, que esquivan
lo que quieres decir.
Como el viento, que barre
(a deshora)
lo que queda de mí.

Pero esta vez es la última
que te quiero para siempre.
Yo no seré más el ruiseñor
que instigado por la golondrina
en la inspiración de Esopo
alcance a entender que el amor
sea un mero poema sin adorno.

 

TEOGONÍA

Escapo
de la fuerza con que las conjunciones
quieren unir los versos que se esconden
encima de mi mesa
tan vacía de ti
y a la vez, tan llena de piezas
de un oráculo falso
cuya profecía es siempre: carpe noctem.

Y yo siento
que escribo teogonía
(y no poesía) cada vez
que pienso
en la supremacía de su piel
inundando suavemente cada rincón,
como ese saxo impertinente
que rodea, desde el fondo de la calle,
dos labios inocentes que comparten
el tácito simulacro de quererse.

 

GALOPE

Apareces
en el silencio de una habitación
de paredes blancas
y permaneces
intacta, firme y transparente
como el tronco que sostiene una flor
en medio de un mar de lágrimas.

Y cuando todo está en silencio
y no hay nada en mis poemas
tus ojos me descubren la metáfora
que estaba buscando
y me enseñan que la diferencia
entre “huida” y “libertad”
es, simplemente, la falta de puertas.

Y es que la palabra “paz”
nunca tuvo tanto sentido
como cuando hablo contigo
(o de ti):
que abriendo mis puertas detienes
con la misma fuerza
a todos aquellos que las quieren derribar.

Galopaste sobre mi suerte
con las crines sueltas al viento.
Y con la eternidad que concede
un paréntesis abierto
puedo afirmar que me harás sonreír siempre,
sin importar dónde,
porque todas las sonrisas del mundo
caben en mi maleta
si la hacen tus manos.

acerca del autor
Gloria

Gloria Castro Ballester, nacida en Cariño (Coruña) y reside actualmente en Santiago de Compostela. Enamorada de los idiomas, la literatura y la pedagogía, cursó Filología Francesa en la USC y es actualmente estudiante del Máster de Profesorado (USC). Interesada en cualquier aspecto relacionado con la lingüística, es por eso que participó en el Congreso Internacional para Jóvenes Lingüistas en la Universidad de Sevilla, al que llevó una comunicación sobre la traducción de expresiones idiomáticas (francés-inglés-alemán-español). De igual modo, participó en prácticas en el proyecto ALIR y actualmente investiga sobre la evolución de los manuales de FLE con una beca de colaboración en el departamento de Filología Francesa de su facultad.