La escultora peruana trabaja la arcilla, como obedeciendo a un atavismo que viene de muy lejos y que va más allá de su existencia, trasciende su formación y la cultura adquirida en los años de residencia europea. Este acto creador, cotidiano y obstinado, se manifiesta con ternura, en un movimiento envolvente que va de ella a la materia. Que regresa de ésta hacia la escultora. Y así sucesivamente. Como si a través de esos gestos ella quisiera dejar una parte de su soplo, intentara plasmar trozos de sus sueños, de sus fantasmas y de sus obsesiones en la materia en apariencia inerte y modelable. Como si ésta se mutara por medio de sus manos en criaturas en movimiento, captadas por su mirada en su íntima y sobrecogedora humanidad. Tras haber hecho estudios en el Centro Artesanal de Miraflores, en Lima, Margarita Caballero vivió varios años en México para seguir estudios de cerámica y fotografía. Llegó a París en 1976 para continuar su búsqueda en el dibujo y en la escultura con arcilla, madera, metal y resina. Prefirió la arcilla, ya que este material le permite cristalizar los gestos humanos. "Al principio tal vez el tema de la pareja" declaró a un periodista peruano, "y el de la lucha estaban más presentes, tenía piezas que eran más redondas y compactas". En un proceso de decantamiento, sus personajes se impusieron en su individualidad y se instalaron en una atmósfera más aérea. Nacida en un país con una gran riqueza cultural, se inspiró en la cerámica de las civilizaciones precolombinas y en la artesanía popular para esculpir sus voluminosas formas humanas. Es evidente que sus personajes lindan con lo grotesco, exageradas a propósito, para acentuar más sus caracteres. "Soportes ligeros pasan a través de sus personajes y los sitúan en un espacio autónomo que no es realista" escribió Nicole Crestou. "Con la apariencia de estar suspendidas en el pedestal, enlazadas en torno a un eje, las esculturas cuyo equilibrio precario parecen ser los de un instante. Mediante un procesamiento brutal de la materia, de los colores terráqueos, de los volúmenes macizos y el inacabado de los detalles. Margarita Caballero sugiere que sus esculturas han nacido de la arcilla-madre."