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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
9 12 2018
Utópicos sueños de Roberto Bolaño por José de María Romero

Volver, por ejemplo, a los Cuentos completos (Alfaguara, 2018) del escritor y poeta Roberto Bolaño (Santiago de Chile, 1953-Barcelona, 2003), apólogos que dosifican la peripecia a fin de aportar resonancia emocional a lo que cuentan, donde fragmentos de narrativa generan guiones a base de impulsos indiscriminados y segmentos de experiencia reconstruyen una trama imposible. Pero no es este el único placer que se deriva del revisionado de la ópera omnia del Premio National Book Critics Circle: la complejidad de su experimentación forja metáforas existenciales: ¿Dónde el dilema del héroe? ¿Dónde el incidente?

Nada cambia tan rápido como los dialectos que brotan de estas narraciones resultado del desafuero urbano o el abarrotado acervo de lo popular en el asalto a las veinticuatro horas del día (“Le pregunté cómo le había ido en Argentina. Igual que aquí, dijo Miranda, igual que en Madrid, igual que en todas partes. Pero en Argentina lo querían, dije yo. Igual que aquí, dijo Miranda”; “Sensini”; Llamadas telefónicas, 1997).

Coleccionista y diseminadora de arcanos, la del Premio Herralde 1998 es una actividad de autoenfoque: cada frase muestra una visión de lo coherente, cuyo efecto acumulativo es dejar al lector a oscuras a través de un asentimiento intimidado. Escuchamos retazos de conversaciones tan misteriosas para nosotros como para los propios avatares: “En un arranque desafortunado le hice notar que no sólo no recordaba el nombre de la deidad sino tampoco el nombre de la ciudad ni el de ninguna persona de su historia. El Ojo me miró y sonrió. Trato de olvidar, dijo.”; “El Ojo Silva”; Putas asesinas, 2001).

Destellos de la memoria reconstruyen el desastre. La desorientación nos brinda un mundo a la vez extraño y aterrador. A través de los materiales conocidos, un enigma a desentrañar. Averiguamos qué ha pasado junto al resto de interlocutores. La velocidad y el giro de la prosa del autor de Estrella distante (1996) está siempre en peligro de quedarse sin aliento. Extremos imaginativos derriban la lógica del ideal pre-existente (“los viajes, el sexo y los libros son caminos que no llevan a ninguna parte, y, sin embargo son caminos por los que hay que internarse, perderse para volverse a encontrar o para encontrar algo, lo que sea, un libro, un gesto, un objeto perdido, para encontrar cualquier cosa, tal vez un método, con suerte: lo nuevo, lo que siempre ha estado allí”; “Literatura + enfermedad = enfermedad”; El gaucho insufrible, 2003)”. El desafío es doble: visual y verbal: meras entidades cerebrales apenas corporales, no hay ningún personaje con el que el lector pueda identificarse en estos cuentos. Los conceptos abstractos en ellos dan lugar a desiertos del lenguaje.

A través de distópicas pesadillas, utópicos sueños en los que las palabras no cuentan historias, sino describen emociones, abstractas, que flotan en el aire como una improvisación que privilegiara la yuxtaposición de la jerga vulgar pseudoculta (“me decía a mí mismo que el tiempo tal vez no existía tal como yo creía que existía, reflexionaba sobre el tiempo mientras la lejanía del sol alargaba la sombra de los edificios, y luego me iba a mi casa y me daba una ducha y miraba mi espalda roja, una espalda que no parecía mía sino de otro tipo, un tipo al que aún tardaría muchos años en conocer; “Playa”; El secreto del mal, 2007). El estilo es caótico, aleatorio; supone asaltos sensoriales, bombardeos a la sensación de discontinuidad, al concentrarse en los elementos particulados con la expectativa de hacer conexiones y forjar patrones cuya existencia nadie sospechó antes.

“Sabía que a mis espaldas los fuegos crepitaban aunque no pudiera oírlos. El rumor sordo del río se imponía a cualquier otro sonido”, se nos cuenta en “El contorno del ojo”, primera obra que publicó el chileno. ¿Dónde estamos? De lleno en el tiempo, un concepto que todos entendemos, pero sin estaciones. El título debería orientarnos, pero forma parte del rompecabezas. Sabe el novelista de 2666 (2004) lo que pasa en la cabeza de sus personajes, incluso cuando ellos mismos no tienen el vocabulario para describirlo. Tal vez por eso, se dedican a hacer acopio de chismes, a catalogar sus insuficiencias cerebrales, se afanan en un conceptual y experimental mancillar el dominio no contaminado de la narrativa mediante un aluvión de delitos visuales procedentes del mundo real.

De lleno en la difusa democracia de Internet, las líneas literarias se trazan a lo largo de circuitos (pre)tecnológicos: uno está conectado (o no), se encuentra dentro o fuera del radar, inmerso o alejado del circuito. Promete satisfacciones lo que nos conduce al apocalipsis. “Ese sistema de referencias cruzadas no produce una obra cerrada en sí misma, apretada, estéril, inmóvil, irrespirable”, afirma la escritora y docente Lina Meruane (Santiago de Chile, 1970) en el prólogo, “sino que funciona como una galaxia llena de planetas y asteroides y estrellas que giran en su órbita evitando caer en el sol negro que yace en su centro”. En esta era de imbecilidad desubicada, la diplopía estroboscópica de la narrativa corta nos ayuda a estar alerta. La del Premio Rómulo Gallegos 1999 supone un ejercicio de mensajería instantánea que arroja luz sobre nuestra comprensión de lo que significa ser humano, mientras nos ofrece ocasiones para la retrospección y la reminiscencia con las que celebrar (o no) nuestro tiempo.

Sevilla 2018

acerca del autor
Roberto

Roberto Bolaño, Santiago de Chile 1953 - Barcelona 2003. Su familia se trasladó a México en 1968. Trabajó desde muy joven en el periodismo. Regresó con su familia a Chile en 1972 y se vio obligado a abandonarlo de nuevo ante el golpe de Estado de 1973. Otra vez en México, de 1973 a 1977, publicó sus primeros trabajos literarios. Se radicó cerca de Barcelona a partir de 1977. Publicó poemarios y las novelas “Consejos de un discípulo de Morrison a un fanático de Joyce” (1984), “La pista de hielo” (1993), “La senda de los elefantes” (1994), “Estrella distante” (1996), “Llamadas telefónicas” (1997), “Los detectivas salvajes” (1998) que recibió el Premio Herralde de España y el Rómulo Gallegos de Vene-zuela, “Amuleto” y “Monsieur Pain” (1999), “Nocturno de Chile” (2000), “Putas asesinas” (2001), “Amberes” y “Una novelita lumpen” (2002).