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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Narrativa
11 6 2019
Egeria, polémica en el laberinto (fragmento) por Daniel Buzón

Cuando llevaba media semana de vacaciones en la Gomera, Guifré Planellas, quinto teniente de alcalde de la ciudad condal, responsable de movilidad y urbanismo, recibió un perturbador mensaje de su secretaria. Se estaba generando en las redes sociales una controversia, inesperadamente envenenada por el tórrido agosto. Dejó a sus hijos en la piscina a cargo del mayor y subió, con el daiquiri aguado en una mano y el móvil en la otra, a la habitación del hotel, en busca de la tableta.
Mientras tomaba el ascensor, el concejal de patrimonio, Sebastià López, le respondía pidiéndole que le dejara disfrutar de sus últimas horas de vacaciones en el Cap de Creus. Excusarse antes de saber del asunto recordó a Guifré de pronto cuánto había intentado disuadir a la alcaldesa de su nombramiento durante aquella cena en el Mussol, cuando se determinó el organigrama del nuevo ejecutivo. De nada sirvieron las pésimas referencias que aportó Guifré sobre antiguos desaguisados de López en dos parques del Poble Sec porque los socialdemócratas habían entrado por fin en el trato de gobierno y convenía tener buenas tragaderas con estos pseudo independientes que les imponían.
Guifré le especificó que no le pedía suspender sus vacaciones. Solo necesitaba más información sobre una escandalosa trifulca tuitera que incidía en su ámbito. Blanca, su adjunta, le había escrito para preguntarle por la respuesta que podían dar a algunos medios que estaban a punto de colgar una noticia al respecto en su portada web. Pero que sin más datos no querían dañar innecesariamente al Consistorio y le daban la oportunidad de explicarse. Conocía ese tono. Sebastià le aconsejó calma, con esa arrogancia sociata de quienes han chupado más poder municipal que los Colectivos, el partido de Guifré, aunque ya hiciera más de una década. El concejal le argumentó que no miraba twitter desde que tomó vacaciones.
El verano había empezado ya lo bastante caldeado por la impopular sentencia de dos años de cárcel dictada en un juzgado de Valencia contra siete mensajes y medio de la cuenta de facebook de una muchacha de dieciocho años que contenían burlas de carácter sexual contra San Juan evangelista y bravatas de corte terrorista contra el santuario del Rocío.
Cuando el teniente entró en la habitación, su mujer, Cristina, parecía estar mejor. Incorporada en la cama, con las ventanas abiertas y las cortinas a medio vuelo, consultaba la prensa en la tableta, pero puso una expresión vacía cuando su marido le preguntó por las novedades que le inquietaban. Blanca le pidió entonces por escrito si podía llamarle porque al menos Efimero.es, que podía ser un medio de izquierda madrileña y un poco secundario, pero de cierto tirón, amenazaba con publicar en breve. Decididamente harto de tanto alarmismo sin saber de qué se trataba, respondió a Blanca que le llamara enseguida mientras entraba en la tableta, que, sin comprender, le pasaba su mujer.
—A ver, dime, porque me pillas muy a contrapié —le preguntó con aire de suficiencia reclinándose en la almohada sobre el cabecero de polipiel crema con botones, junto a Cristina, cuya mano tomaba tiernamente con el apretón reservado para quitar hierro a ciertas insignificancias del cargo, si bien molestas—. Me estoy metiendo en twitter. ¿Dónde miro? ¿Qué hay—
—Mira, había una cuadrilla de tipos que habían colgado un vídeo grabado en el parque del Laberinto, donde salían con una de las estatuas.
—¿Trinchándola? —cuestionó alarmado.
—No exactamente. Yo el vídeo no lo he visto porque ya lo han borrado, aunque parece que es posible verlo en otro enlace porque hay quien lo ha descargado. Y estoy leyendo y escribiendo aquí como una loca a ver si ponen el nuevo link.
Guifré daba tumbos por twitter e intentaba encontrar a Blanca, sin éxito.
—Retuitéame. Pero dime de qué va la historia. ¿No sabes nada del vídeo?
—Ahora te lo mando. El vídeo por lo que leo aquí de lo que dice la gente eran unos abusos en las esculturas de diosas de la parte alta. Como obscenidades.
El teniente de alcalde imaginó a muchachotes, acaso turistas y quizá muy entonados, aprovechando la escasa afluencia de la hora más vespertina y a uno o dos de ellos subiéndose al plinto de los bustos de los templetes que coronan las esquinas del Laberinto, con los pantalones a medio bajar, a punto de caerse, luciendo la verga tiesa al aire y buscando rozar con ella la cara de Ariadna o Dánae, mientras se les agarraban a las espaldas de mármol y a las delicadas cabezas, con riesgo de troncharlas, todo ello bajo la cámara del móvil de otros miembros de la banda. Pensó también en aquella virgen de El Exorcista adornada con una especie de pitorros diabólicos de punta colorada que sobresalían de los senos y de la ingle. De hecho, ominosamente asustado, no supo o no quiso figurarse el estado en que podían haber dejado a la pobre amante de Zeus y a la inocente auxiliadora de Teseo.
—Entiendo que no habrán roto la estatua, pero quizá hay desperfectos.
—Pues ahí sí que no sé nada. Convendrá que llamemos al Instituto de Parques, a Agustí Roca, si está disponible…, o en todo caso a Sebastià, y que uno de ellos contacte con el parque.
La mención de aquellos dos sugirió a Guifré dejarle la iniciativa mientras él se apercibía bien del problema en twitter.
—Mira, hacemos eso. Habla tú con Sebastià mismo, que está más a mano, y la prensa que saque lo que quiera. Ha sido un acto de vandalismo. Ya reaccionamos de inmediato, pero no es culpa nuestra.
—Precisamente Efimero.es me ha escrito que se van a esperar un poquillo.
—Vale, perfecto. Hablamos.
Al teniente de alcalde su puesto le pendía ya de un hilo por la refriega de mayo con los okupas de Nou Barris, cuando canceló el alquiler que el Ayuntamiento pagaba por el local ocupado a una entidad privada desde tiempos de Democracia Cristiana Liberal Catalana, que así había querido evitar algaradas. Los revolucionarios no lo sabían y, aunque con furia reivindicativa, desahogaron en Planellas el orgullo herido. Así que tenía claro que los conflictos escaldados en la red los cargaba el diablo para tumbar al menos seguro del Consistorio. Cristina, como ya no se mareaba, sin querer saber el intríngulis de tanta carrera, prefería bajar a la piscina con los niños.
Por fin empezaba Guifré a leer reacciones al vídeo, que no encontraba todavía. Un usuario llamado pelus69 se sorprendía irónicamente de la cantidad de quemados que había sueltos por ahí. Un comentario inocuo. Pero otros contestaban que era repugnante la idiotez de algunos. Se referían a simples tocamientos a las estatuas pero el grado de indignación daba a entender que el incidente estaba alcanzando alguna fibra sensible. Otros añadían que no eran solo salidos sino un ejemplo palmario de la sociedad atrasada en que vivimos. No faltaban referencias al franquismo. Guifré pensó que hasta el momento no dejaba de ser el habitual albañal de opiniones dispares, pero el interés de la prensa le escamaba. Blanca le escribió otra vez para avisarle de una consulta de Valediario, sin duda insólita considerando la inquina neoliberal que tenían a los Colectivos. Era raro que avisaran. Guifré le preguntó qué decía Sebastià. No contesta nada, le aclaró su adjunta. Le insistió en que quedaban otros miembros del comité de patrimonio que quizá estaban por Barcelona. Pero que no recurriera a Montse, la alcaldesa, porque era prematuro.
El usuario o usuaria Beauvoiramuerte comentaba que solo faltaba que el turismo humillara el arte de Barcelona. Un tal GermánBolas matizaba que más bien era violar y vejar. Otro, JuanArenas, decía que no tenía la menor importancia, que era simbólico. Otro le insultaba inmisericordemente. Otra le decía que era muy mala persona. Otra que de los símbolos se pasa a la violencia y luego pasa lo que pasa. Otro añadía que stop agresiones sexuales en las fiestas y que de polvos como estos vienen después los lodos de los sanfermines y parecidos. Otra le preguntaba que si era tan hijo de puta de admitir que no era nada tener una mente proclive al mal, que empieza con estas, según él, minucias y acaba forzando a una chica a mantener sexo con siete y dejarla tirada en un descampado, si no a matarla al final. El aislado Juan Arenas se batía en retirada poco más abajo antes de que otros quince le soltaran hirientes reprimendas. Otro último le perdonaba la vida calificándolo de analfabeto.
—Pero ¿qué coño ha pasado? –musitaba Guifré en ascuas.
Se había creado el hashtag #NoalSexismoLaberintoHorta.

acerca del autor
Daniel

Daniel Buzón (Manresa, España, 1977) es el pseudónimo de un profesor de secundaria que se licenció en Filología Clásica en 2001 por la UAB y se doctoró en 2015 por la UB con una tesis sobre leyes catalanas medievales. Ha participado en conferencias sobre la Historia del Derecho o de la Filología y ha publicado estudios en revistas científicas. Publicó en 2012 una traducción de un opúsculo nada conocido de Stendhal, “De un nuevo complot contra los industriales” (Ed. Sequitur, Madrid). En él analiza con detalle el enfrentamiento de Henry Beyle con la corriente del liberalismo francés protagonizada por el sansimonismo y los redactores del periódico El Productor. Desde entonces, ha publicado cuentos y poemas en revistas digitales, así como algunos artículos políticos o de difusión literaria.