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Literatura
11 6 2019
El accidente de Albert Camus fue provocado por sus enemigos por Giovanni Catelli*

Automovilistas de paso afirman que el auto, veloz, «bailaba el vals».

Después de algunos derrapes, percibidos por las pasajeras de los asientos posteriores (la esposa y la hija de Michel Gallimard) como una curva imprevista, como si «algo se derrumbara bajo el vehículo», el auto golpeó con violencia contra uno de los plátanos que flanqueaban la carretera, rebotó contra otro, a varios metros de distancia, para destrozarse casi por completo.

Camus, con el cráneo fracturado y el cuello roto, murió de golpe.

A Michel Gallimard lo encontraron sangrante en el suelo: fallecería días después en el hospital; la esposa yacía a su lado, en estado de “shock”; a la hija la encontraron a veinte metros, en un campo, aturdida y embarrada, pero ilesa.

La simetría de los acontecimientos, el absurdo de la tragedia pareció cerrar un círculo, sellar el destino de un hombre en una cómoda fatalidad, suficiente para explicar y confirmar el absurdo que rige toda vida.

Y, sin embargo, a muchos les pareció que algo no encajaba, demasiado fácil explicar los acontecimientos sobre la base de una coincidencia, de una hipótesis filosófica que encontraba confirmación en los hechos.

Examinando el diario privado de un gran poeta y traductor checo, Jan Zábrana, más precisamente su Cuaderno azul nº 91, tuve tal vez la ocasión de descubrir la verdad, dolorosa e inquietante: el accidente de Camus habría sido provocado por los servicios secretos soviéticos, como represalia contra el compromiso público del escritor después de la invasión a Hungría y, en particular, por haber atacado personalmente al entonces ministro de Relaciones Exteriores, Dmitri Shepílov, en su memorable discurso en la Salle Wagram.

El texto de Zábrana deja sin aliento por su precisión:

“De un hombre que sabe muchas cosas, y tiene fuentes por las cuales conocerlas, he oído una cosa muy extraña.
Él afirma que el accidente vial de Camus estuvo organizado por el espionaje soviético.
Dañaron un neumático del auto gracias a un instrumento técnico que, con la alta velocidad, cortó o perforó el neumático.
La orden para esta acción de liquidación fue dada personalmente por el ministro de Relaciones Exteriores, Shepílov, como represalia por el artículo publicado en Franc-Tireur en marzo de 1957, en el cual, Camus, en relación con los hechos de Hungría, atacó a aquel ministro, nombrándolo explícitamente.
Se dice que hicieron falta tres años para que el espionaje pudiera llevar a término este encargo.
Pero, al fin, lo lograron, y de modo tan perfecto que el mundo hasta hoy ha creído que Camus murió a causa de un accidente vial banal, como puede sucederle a cualquiera.
Aquel hombre se negó a decirme cómo logró obtener esa información, pero sostuvo que es totalmente confiable y que él sabe con certeza absoluta y sin ninguna duda que las cosas fueron exactamente así, que ellos tienen a Camus en su conciencia.”

En un registro fílmico guardado en un instituto francés se conservan las imágenes rodadas después del accidente: se ve con claridad a un gendarme que alza y muestra un neumático, rasgado en la parte interna, tal vez la verdadera causa del accidente.

También los primeros titulares de los periódicos locales de la época atribuían la tragedia al reventón del neumático.

Un reciente reporte de Mediapart indica, sin incertidumbres, el neumático como fuente del derrape mortal.

Son bien conocidas la seriedad y la precisión absolutas de Zábrana en la redacción de su diario. Él lo escribía como testimonio de cara al futuro, a los futuros lectores: jamás habría podido escribir algo que no estuviera más que fundado y de lo que no estuviera seguro. El director Ales Kisil, que realizó un documental sobre el Diario de Zábrana, declaró que el poeta, en todos sus escritos o traducciones, se mantenía sumamente atento a no cometer errores, a ser preciso y puntilloso en lo que escribía o contaba. A su amadísima esposa María le había revelado la existencia del diario apenas dos semanas antes de morir de un cáncer de hígado. Estaba convencido de que cuanto había escrito en el diario podía ser peligroso para muchos, en aquella época (1984) y en su país. He ahí por qué a menudo no indicaba las fuentes de sus informaciones, y no nombra al hombre que con asombrosa precisión le contó sobre la condena sufrida por Camus.

Otro elemento que vuelve creíble la información está dado por el hecho de que la nota de Zábrana se remonta a 1980: en la Praga constreñida por la tenaza soviética, después de las protestas de Carta 77, en un país cerrado a Occidente, ni siquiera un especialista habría podido, a una distancia de veinticuatro años de los acontecimientos citados, recordar con semejante precisión la intervención de Camus, la fecha exacta y el lugar de publicación de su discurso. ¿Quién habría podido conocer estos hechos, sino alguien que hubiera estado informado al respecto por una fuente segura, vinculada con ambientes calificados?

Sobre la base de mis investigaciones, las afirmaciones de Zábrana encuentran correspondencia precisa en los hechos: Camus se expuso sin respiro, en medios del mundo entero, para condenar la invasión soviética a Hungría; además, atacó personalmente con vehemencia al ministro Shepílov en dos intervenciones públicas, luego publicadas por la prensa, la citada por Zábrana y otra publicada a su vez en Monde Nouveau. En esa época, las tomas de posición de los intelectuales eran mucho más escuchadas e influyentes que hoy, y la palabra de un autor como Camus, pronto galardonado con el Premio Nobel y objeto de inmenso respeto en todo el mundo, podía tener en verdad un efecto fuertísimo en la opinión pública internacional, creando un grave daño a la imagen de la Unión Soviética.

Según María Zábranová, la viuda del poeta, habría que buscar la posible fuente de la noticia en algunos «sovietólogos» de la época, cercanos al marido (traductor del ruso) que frecuentaban habitualmente la capital soviética. El único sobreviviente es Jiri Zuzanek, docente en una universidad canadiense, hombre siempre cercano a Moscú. Otro testigo podría haber sido el profesor checo-estadounidense Jiri Gibian, muy presente en Praga y en Moscú, al igual que el traductor Jiri Barbas, profundo conocedor de noticias moscovitas.

Luego, el escritor Josef Škvorecký, antes de morir, lanzaba la hipótesis en un coloquio con Maria Zábranová que la información podía provenir del escritor ruso Vasili Aksiónov, buen interlocutor de Zábrana.

Después de la publicación del libro en Italia, surgió un nuevo testimonio importante, presente ahora en las ediciones argentina y francesa, aportado por un gran abogado italiano, Giuliano Spazzali, amigo de Jacques Vergès, el abogado francés conocedor de los hechos más secretos de la República y el Partido Comunista franceses: en los años sesenta se encontraron muchas veces, por procesos relacionados con exiliados italianos en Francia. Vergès le contó con certeza a Spazzali que Camus había sido eliminado por la KGB soviética, con el consentimiento tácito de los servicios secretos franceses. Él insistía con fuerza en la afirmación de que el accidente vial había sido provocado, no se trataba de una fatalidad. Con Vergès y Spazzali tenemos enfrente a personas políticamente alineadas con la izquierda; por lo tanto, no hay temor de que tengan interés en denunciar el proceder de los soviéticos. Si controlamos los datos, además, aparece una coincidencia inquietante: pocas semanas después de la muerte de Camus, llegó a París, recibido con grandes honores por De Gaulle, el líder soviético Kruschev. Su visita había sido preparada durante meses por los dos gobiernos y por el PCF con grandísimo cuidado, para que la recepción por parte de los franceses fuera entusiasta; Francia y la Unión Soviética estaban volviendo a acercarse fuertemente y, pocos años después, los soviéticos convencieron a De Gaulle de salirse de la OTAN. Por lo tanto, nada debía perturbar la visita de Kruschev: podemos imaginar con qué fuerza Albert Camus, de estar vivo, le habría echado en cara a Kruschev la sangrienta invasión a Hungría, contra la cual se había pronunciado en medios del mundo entero.

En las indagaciones posteriores, incluidas en el apéndice del libro, surge luego la presencia estable en Francia de agentes de la STB, los servicios secretos checoslovacos de la época, en cierto modo, brazo armado de la KGB en el extranjero. Poseemos, por lo tanto, los nombres de los agentes que operaban en Francia en aquel período, y que entregaron un paquete bomba al diplomático francés Trémeaud, causando la muerte de su esposa. Probablemente, son los mismos que se ocuparon de dañar el auto en que viajaba Camus.

En aquel período, la KGB organizó también una campaña de profanación de cementerios judíos, inventando una fantasmal e inexistente organización neonazi alemana, para desestabilizar a la opinión pública occidental.

Conservo la esperanza que la publicación del libro permita ulteriores investigaciones y la aparición de nuevos testimonios, antes de que la ola del tiempo borre para siempre las últimas huellas y a los testigos aún vivos de aquellos hechos.

Se lo debemos a la memoria de Albert Camus.

(Traducción del italiano: Pablo Ingberg)

acerca del autor
Albert

Albert Camus nació en Mondovi (Argelia) en 1913, en el seno de una familia de colonos franceses (pieds-noirs). Su madre, Catalina Elena Sintes, de familia originaria de Menorca, era analfabeta y su padre, Lucien Camus, de origen alsaciano, trabajaba en una explotación vitivinícola. Trasladado a Argel, Camus es alentado en la escuela primaria por su maestro Louis Germain y también en el colegio por Jean Grenier quien lo inició en la lectura de los filósofos, especialmente Nietzsche. Sus primeros textos fueron publicados en la revista Sud en 1932. Después del bachillerato obtiene un diploma de estudios superiores en filosofía y letras. La tuberculosis le impide participar en el examen de licenciatura. Entra a trabajar en el "Diario del Frente Popular", creado por Pascal Pia y un artículo suyo publicado sobre “La miseria de la Kabylia” le obliga a emigrar a París. Allí se desempeña como secretario de redacción en el diario "Paris-Soir". En 1943, es lector de textos para la Editorial Gallimard y dirige el diario "Combat" cuando Pascal Pia es llamado a ocupar otras funciones en la Resistencia contra los alemanes. Camus, junto a los anarquistas, apoyó a la insurrección en Alemania Oriental de 1953, se solidarizó con el levantamiento de los trabajadores en Poznan (Polonia) y con la Revolución húngara. En 1956, en Argel, Camus lanza su “Llamado a la tregua civil», pidiendo a los combatientes del movimiento independentista argelino y al ejército francés, el respeto y la protección sin condiciones para la población civil. Camus murió el 4 de enero de 1960 en un accidente automovilístico. Sus novelas: “La muerte feliz” (1937), publicada por primera vez en 1971. “El extranjero” (1942), “La peste” (1947), “La caída” (1956), “El exilio y el reino” (1957). Sus dramas: “Calígula” (1944), “El malentendido” (1944), “Estado de sitio” (1948), “Los justos” (1950) y “Los posesos” (1959). Sus ensayos: “Bodas” (1939), “El mito de Sísifo” (1942), “Cartas a un amigo alemán” (1948), “El hombre en rebeldía” ((1951), “El verano” (1954) y “Reflexiones sobre la guillotina” (1957).