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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Literatura
11 6 2019
Michel Houellebecq o la repugnancia a la emancipación por Jean Philippe Domecq*


Considerando que un galardón republicano ya no tiene sentido, no podemos dejar sin discusión la entrega de la Legión de Honor a Michel Houellebecq. Ya que, en general, son colectivas las ceremonias de condecoración honorífica en el Palacio del Elíseo (1) y que la consagrada al autor de “Serotonina” (Anagrama, 2019) fue individual. Emmanuel Macron quiso darle importancia a este acto; interroguémonos por consiguiente sobre la encarnación y la orientación cultural que le da a su mandato con toda la autoridad simbólica del Estado. Este es el momento, ya que es el segundo punto importante que dejará una marca en el campo literario.
El primero fue cuando el funeral del escritor Jean d'Ormesson (3) se realizó en la Casa de los Inválidos (2), como en el pasado se hizo para André Malraux en el Panteón (4). Honrar la memoria de Jean d'Ormesson era por cierto necesario, pero podría haber sido un homenaje póstumo a la medida de un simpático escritor académico. Fue inmoderado convocar las almas de los "grandes autores" que, con sus innovaciones, llevaron a la lengua francesa a nuevos territorios síquicos e históricos. Uno de los raros sobresaltos críticos antes del discurso presidencial, el único arrebato de "espíritu de delicadeza", como diría Pascal, fue el artículo de André Markowicz que publicó Le Monde el 11 de diciembre de 2017: "En la Casa de los Inválidos, estuvo justo la vieja derecha".
Hoy se confirma la tendencia cultural del quinquenio, el díptico se completa en simetría inversa con lo "sulfuroso" que algunos insisten en señalar en las obras del autor de “Sumisión” (Anagrama). Encontramos el contrapunto clásico que permite la ordenación del territorio sicosocial, al que siempre ha contribuido la literatura de conversación y, como diría André Breton, el de “después de la borrachera". Para demostrar que no se siente ofuscado por nada, se ofrece como coartada de modernidad relajada, la vulgaridad como nueva tendencia. Vulgaridad, sí, el nuevo contenido que ha adoptado la cultura comienza a ser objeto de estudios, ya que pasa por liberador, por una entusiasta afirmación “de ahora en adelante”. Se trata, en realidad, de liberar toda pulsión y terminar dando cualquier opinión que, por otra parte, son alarmantes desde un punto de vista político.

IRONÍA PERVERSO-NARCISISTA
¿Es posible finalmente hacer oír, pese al concierto de elogios que recibe la publicación de cada novela de Michel Houellebecq, que hay una diferencia profunda pero pasada en silencio, entre el fervor de los medios del que disfruta y la apreciación crítica que una mayoría de lectores tienen de su obra? Un lectorado que, rechazando recibir una pretendida lección de apertura intelectual, ha percibido muy bien que los narradores de las novelas de Houellebecq expresan su repugnancia a la emancipación.
Recordemos: ¿por qué y cuándo el escritor Ferdinand de Céline (1894-1961) lanzó su siniestro negocio político? Desde el momento en que Céline se confundió con Bardamu, el personaje narrador. Quienes invocan sin cesar la pertinente y necesaria distinción entre narrador y autor se dan cuenta que, novela tras novela, el narrador de Michel Houellebecq mantiene la misma posición en contra de las conquistas de la modernidad europea; termina escribiendo novelas portavoces y se convierte así en vocero de una ideología nauseabunda. Evidentemente, el autor es astuto, ya que se oculta detrás de su narrador y escapa así de quienes pretenden juzgarlo tal cual es. Porque reconforta a los lectores, les significa que en la democracia cualquier opinión está permitida.
"Este galardón premia a un gran escritor francés reconocido como tal", dice la declaración del Palacio del Elíseo. Un mínimo de cultura y conocimiento histórico, permite, no obstante, ver que siempre hubo éxitos masivos para la literatura que cuenta que “eso anda mal”, que "hemos perdido todo". Títulos como “Les Beaux Draps” de Ferdinand de Céline o “Les Décombres” de Lucien Rebatet les ha dado a los lectores la impresión de haber comprendido todo y "nos lo decíamos a nosotros mismos". Desde los años 1930, este fácil cambio de opinión ya no es tan directo; pasamos del lirismo paranoico a la ironía perverso-narcisista.
La novela “Sumisión” de Houellebecq se apoya en el miedo al "gran reemplazo" (5) pero sin decirlo abiertamente: un musulmán es elegido Presidente de la República en Francia, y se verá, que finalmente eso no va tan mal. Lo mismo, en el plano de las costumbres, es sorprendente que tantos lectores progresistas no se sientan chocados por la constante misoginia que los personajes de Houellebecq se permiten expresar. ¿Y qué decir del protagonista de “Plataforma” (Anagrama), que le dice a su amada que la pareja oriental donde la mujer hace todo y obedece en la cama, ¿no está mal, no?” ¿Quién no ha visto que sus escenas eróticas son las mismas cuando describe el sexo pagado y el sexo amoroso? Esto plantea un problema literario de lenguaje que no fue encontrado. Y una palabra, ocupémonos de eso, el famoso "estilo" houellebecquiano. Michel Houellebecq tiene un tono indiscutible que nos divierte, como las burlas de los parroquianos delante del mostrador de un café, un tiempo que es efímero.

"GLAUQUISMO"
En cuanto a los acontecimientos sociales y mundiales de los que se nos dice que los ha previsto, es cierto que, cuando un autor practica un pesimismo sistemático, la actualidad le dé razón justo dos veces por día como cualquier reloj detenido en una hora determinada. Se aprende mucho más en este momento sobre Francia en las investigaciones y los artículos periodísticos; al lado, el sociologismo ilustrativo de Michel Houellebecq se parece más a un horóscopo de revista ilustrada.
No hemos luchado contra la novela ideológica, antes realista-socialista o sicológica, para volver a caer hoy en el mismo peligro con el pretexto que ha sido remozada por las ideas reaccionarias. Freud vio en el relajamiento pulsional el malestar de la civilización, anunciador de la barbarie. Un día, nos sorprenderá el éxito de un autor que ha jugado con el valor únicamente revelador de lo glauco (6). Al punto que podemos llamar al movimiento literario que tiene sus seguidores: "glauquismo". Lo que parece nuevo no es la obra de Houellebecq, sino el siniestro culto que se le rinde; lo que es reciente, es este nuevo síntoma que podemos llamar la cultura contra la cultura. Es mejor prevenir.

 

NOTAS DEL TRADUCTOR
(1) El Palacio del Elíseo es sede del gobierno francés.
(2) La Casa de los Inválidos, local que cobija a ciertos altos mandos militares franceses y a los organismos de veteranos de guerra.
(3) Jean d’Ormesson (1925-2017), era miembro de la Academia Francesa, cronista del diario conservador Le Figaro de París y personaje mediático. Autor de una obra formalmente bien escrita y de un tono dulzón, sin una gran trascendencia.
(4) El Panteón, monumento histórico de París, en cuya cripta reposan los restos de los personajes más destacados de la cultura y la política francesas, citemos a algunos: Voltaire, Rousseau, Víctor Hugo y Alejandro Dumas.
(5) “El gran remplazamiento” es una teoría complotista de extrema derecha, de origen neonazi y antisemita, actualizada en Francia por el escritor Renaud Camus, que denuncia un supuesto proceso premeditado de reemplazar a la población francesa y europea por los inmigrantes africanos y norteafricanos. Eso provocaría un cambio de civilización.
(6) El autor del artículo califica como “glauco” al contenido ideológico viscoso de las novelas de Houellebecq; es decir, el color de la podredumbre: verde oscuro y azulado.