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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
31 8 2002
"Las apuestas esteticas de dos artistas agentinos" por Andrés Duprat
Operar en un espacio como el que el Malba propone al arte contemporáneo implica, en principio, cierta coherencia interna en el conjunto de las obras presentadas debido a la complejidad y al carácter visual del propio espacio arquitectónico. En ese sentido, la elección de dos artistas como Esteban Alvarez y Tamara Stuby es pertinente en tanto existe en su producción un diálogo y una discusión constantes tanto en el campo conceptual como en el modo de materializar sus obras. Ambos artistas proceden de manera similar. A partir de la manipulación de elementos cotidianos como botellas de plástico, ropa vieja, folletos comerciales, elementos de oficina, etc., operan cambios, transforman, suman, asocian, articulan, rompen, cortan, combinan y trastocan al punto de crear nuevos objetos que, por otro lado, también provienen del mundo cotidiano como una nube, máscaras de oxígeno o una pila de ladrillos. De esta manera, los artistas producen una alquimia deliberadamente póvera que logra no sólo nuevos usos, sino también nuevos sentidos. La presencia del proceso no es para escapar a la ausencia del contenido ni busca convertirse en él. Que el proceso comparta protagonismo con el resultado final delata una valoración de la actividad artística en sí misma. Estas transformaciones, en las que los artistas dejan que leamos su punto de partida, evidenciando el artificio, no poseen inocencia alguna sino más bien una fuerte carga de ironía y una cruda referencia a la realidad argentina. Estas obras están íntimamente relacionadas en su razón de ser; una reflexión sobre la intensidad y fe en poder encontrar, o más bien crear, la manera de salvarse con lo que hay a mano. En esta parte medular, impulsada por la necesidad de inventar una salida, hay una poesía interna, La poesía que responde donde la razón inevitablemente falla. El coqueteo con la lógica es como jugar con un peligro mortal. En Un año de aire de Esteban Alvarez, una gigantesca nube de botellas de agua mineral se ha instalado dentro del hall de triple altura del museo; de ella penden cuatro pequeñas mascarillas que permiten respirar ese aire vital. Un año de aire es una magnífica metáfora sobre la necesidad de protección; provee una posibilidad de comunicación delirante entre un ámbito hostil y la necesidad de respirar que nos torna tan vulnerables. "Desde una impresión inicial de aire y pureza, la nube evoca la idea de los elementos sin valor reciclados para convertirse en un sistema de último rescate. Es un reflejo ante el pánico no desesperado sino empecinado, una actitud asimilada por la transformación en rutina de la contemplación de esta última circunstancia, de la peor situación. El sistema de construcción es simple, los cálculos prácticos, y la escala sólo se puede calificar como humilde o megalómana luego de decidir cuánto vale un año de aire, y para quién." Tres partes componen La casa soñada de Tamara Stuby. Por una parte, una serie de proyectos y ensayos de una casa en el sentido más amplio y genérico de la palabra. Sobre una mesa de trabajo, un plano sobre un mapa. La casa sobre la casa. Una serie de dibujos que superponen dos sistemas de organización gráfica: el plano y el mapa. Una casa imposible generada a partir de puntos trascendentes en el devenir de la vida, una hipertrama que une Buenos Aires con Johannesburgo, Nueva York o Moscú, pero que además une anhelos con historias ya vividas. Un proyecto utópico que trata de concretar el deseo del hogar en el territorio de los sueños. Un hogar hecho de traslados, un hogar que ya no significa cobijo sino movimiento. Por otra parte, unos asientos invadidos por cientos de pinchapapeles con imágenes de artefactos para el hogar recortadas de los folletos de propaganda de las grandes tiendas, aluden y confrontan la idea de lo provisorio con la ilusión de permanencia dada por la aspiración burguesa del confort.\r\n\r\nLa obra se completa con una pila de ladrillos construidos con retazos regulares de ropa usada de la artista, como un recurso alternativo y a la vez nostálgico y poético de concretar la casa soñada. Un gesto vano de construir con la propia vestimenta, de equiparar la morada a lo que llevamos puesto. En un sentido superlativo de nomadismo: la vestimenta como morada primaria.\r\n\r\nEn un pequeño monitor apoyado en uno de los 27 cubos blancos esparcidos por la sala, se proyecta Cubo blanco, una\r\nimagen sinfín que muestra las manos de los artistas accionando un cubo Rubik. Este cubo tiene la particularidad de ser blanco en todas sus caras; sin embargo, en la imagen esto parece no ser un obstáculo para quienes lo accionan. Es un constante deambular en el que no sabemos cómo, ni cuándo, ni a dónde llegamos. Nuevamente la referencia a la ausencia de referencias, a la circulación por la circulación misma, a que el punto de llegada no es más que el camino que recorremos.',1,'La casa soñada III, 2002 - Tamara Stuby En todo el conjunto de obras, Alvarez y Stuby intentan subvertir un orden establecido, tanto en cuanto a la alteración de la esencia de los objetos utilizados como al concepto que los nuevos objetos sugieren, potenciando de esta manera los restos, no como despojos sino como lo último que nos queda, lo absolutamente esencial, lo irreductible. Así, la potencialidad constructiva de los mampuestos de tela, los múltiples diseños de aproximación a la casa soñada, las hipótesis de supervivencia de un año de aire, la críptica o aleatoria disposición de los cubos y las infinitas posibilidades exhibidas en el video, sugieren, en el universo de estos artistas, una posibilidad de supervivencia o salvación. Una salida. Convertir lo inútil en útil poniendo en crisis el concepto de autoridad, de regla, de jerarquía, de lo establecido, parece ser una de las claves de su obra.