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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
10 4 2002
"Fabián Sánchez: el artífice de las máquinas del alma" por Héctor Loaiza
Ante el asombro y la fascinación que motivan las esculturas animadas del peruano Fabián Sánchez (Ayacucho, 1934), el espectador se plantea la pregunta: ¿Cómo el artista ha imaginado esas criaturas fantásticas? Desde su infancia, Sánchez conservó la imagen de la máquina de coser de su madre. Verla en movimiento en la morada natal le hechizaba tanto que a sus ojos era algo más que una herramienta materna: un personaje legendario que devoraba telas. No pudo controlar el ímpetu para desarmarla e intentar descubrir los secretos de su mecanismo. Antes de haber tenido la revelación de esta veta escultórica, Sánchez atravesó por un período crítico al comienzo de su vida en París donde (becado por el gobierno francés) se radicó a partir de 1965. Vivió un período de círculo vicioso en cuanto a los temas y al estilo de sus lienzos que eran los mismos que pintaba en Perú. Pasó entonces al relieve, haciendo esculturas mecánicas que expone por primera vez en el Salón de Mayo de París en 1972. El escritor André Pieyre de Mandiargues comentó esa exposición y las posteriores en la galería Le Point Cardinal: "... Mi primera impresión que fue ver una creación realmente única y totalmente original en su diseño como en su montaje, se afirmó y fortaleció. Claro está que, desde hace ya algunos años, los escultores modernos se inspiran en la máquina, usan desechos materiales de ésta, componen simulacros de máquinas (…) Nada que ver con los trabajos de Sánchez, que desde el punto de vista espiritual (o filosófico) y sobre el plano de la forma, nos introduce a un campo totalmente nuevo…" ¿Cómo nació esa idea en la imaginación del artista? La imagen matriz de la máquina de coser, conservada en lo más hondo de su memoria, salió a flote de nuevo en París en 1979, cuando en un depósito se encontró con otra vieja máquina abandonada. "Obedeciendo a una impresión irresistible" escribió Edouard Jaguer ese instante que el azar le ha brindado a Sánchez, "la llevó a su taller sin ningún interés creativo: simplemente, le era imposible de dejar que ese objeto se perdiera. En efecto, se encontraba en la expectativa, probablemente de un signo del destino, probablemente el que acababa de manifestarse y que cerraba un ciclo. Pero en el mismo momento no se dio cuenta de la importancia..." A partir de ese encuentro con lo que sería más tarde su material privilegiado, empezó a orientar su obra tal cual se la conoce hasta ahora. Tras haber mantenido un diálogo mudo con el objeto, se puso a crear esos personajes extraños con la ayuda de las llaves, los destornilladores y del soplete, aprendiendo de una manera autodidacta los secretos de la mecánica y la electrónica. Algunos críticos franceses consideran que su obra tiene reminiscencias con el surrealismo, que sus esculturas hacen pensar a un bestiario onírico y que su encaminamiento es similar a la propuesta surrealista de que el artista deba concretizar sus fantasmas en la obra de arte. En resumidas cuentas, dar rienda suelta a todo lo acumulado, reprimido y sublimado en el inconsciente. Otros se refieren a la metáfora del poeta Lautréamont, que escribió en sus "Cantos de Maldoror": "Bello como el encuentro fortuito, en una mesa de disección, de una máquina de coser y de un paraguas". Se ha escrito también que la obra de Sánchez tiene correspondencias con la de Marcel Duchamp que ha creado máquinas y objetos absurdos. ¿Cómo el artista peruano concibe esas formas orgánico-mecánicas que parecen arrancadas de universos de ciencia-ficción? "Mi punto de partida es la observación simple y franca de los objetos" ha escrito Sánchez. "Es esa mirada sobre los objetos, la imaginación y la intuición intervienen de manera a que la forma mirada desencadene en el espectador recuerdos infantiles, pulsiones secretas o reprimidas que son la base de la actividad creadora. Al recuperar estos materiales inanimados (formas decorativas o funcionales que los técnicos o los artesanos han inventado) y desviándolos de su función original, yo les infundo una cierta apariencia de vida, insuflándoles gestos, actitudes y comportamientos de seres vivientes..." Se sirve de las articulaciones internas de las piezas (que llama órganos) y de sus formas sugestivas para desviar el destino que la tecnología concede a la máquina: de ser apéndices de la mujer o del hombre, especies de prótesis para coser vestimentas y terminar en el cementerio de máquinas y que se transformen, gracias a Sánchez, en obras artísticas. "La máquina de coser es para mí una caja de órganos a estructurar" ha escrito Sánchez en 1981. Al emplear la palabra "caja" que —según el pensamiento simbólico— representa lo femenino, el cuerpo materno y es una figura del inconsciente. La "caja" contiene siempre un secreto, encierra y aísla del mundo todo lo precioso, frágil o temible. Como en el caso de la "caja de Pandora" de la mitología griega, Epimeteo al abrirla disemina todos los males en el mundo. Sólo la esperanza se ha quedado en el fondo al ser cerrada de nuevo por Pandora. La caja simboliza pues todas las posibilidades, inesperadas, excesivas, destructoras o positivas del inconsciente, que sin control pueden ser irracionales. "Dios creó al hombre" escribió el artista, "y el hombre-dios felizmente insolente, creó la máquina de coser sin pensar que este ingenio materializaría su mundo interno". En su concepción plástico mecánica (así lo define Sánchez) el motor tiene la importancia del corazón en el hombre, pero que, en lugar de bombear sangre, hace que sus criaturas parodien los gestos humanos. "Motor, correas, ejes, articulaciones y contrapesos" explicó en 1992, "exaltan la ronda hiératico-sensual de una cierta vibración del espíritu a través de seres negros que viven en el acero frío y brillante."(La elección del color negro por el artista proviene del hecho que, desde el comienzo, las máquinas de coser han sido pintadas con ese color por los fabricantes, y no corresponde a una intención mágica como lo ha insinuado un crítico). Otro aspecto original de sus obras es la identificación entre la máquina y lo orgánico. Los diseñadores y los ingenieros que concibieron las máquinas de coser se preocuparon que las partes visibles se amoldaran a las manos de los usuarios, lo que se tradujo en que las superficies sean lisas y curvas, es decir que tengan las formas de órganos vitales. Sánchez aprovecha estas formas para obtener que sus esculturas animadas se muestren como una mecánica visceral. Sus personajes generan un misterio que los desborda de todos los ángulos. Sus movimientos de brazos y de piernas se multiplican, corren y dan vueltas según sus propias leyes. Parecen ser deidades irónicas más que "musas inquietantes", embajadoras de una dimensión oculta. André Pieyre de Mandiargues, recalca en 1977: "Aquellas máquinas que, por las estructuras y la decoración de estilo floral dadas por la moda de hace tres cuartos de siglos, tienen un aspecto de plantas carnívoras, Sánchez las hará pasar del simil-vegetal al zoomorfo y más aún al antropomorfo; en pocas palabras, las pone fuera de servicio y les retira toda utilidad práctica para cambiarlas en objetos o en criaturas de lujo, que no tienen otra función que la de sorprender y gustar..." Marta Traba señaló la perfección técnica de la obra del artista peruano:. "...Fabián Sánchez construye sus nuevos objetos-figuras como un consumado ingeniero. El peso, las terminaciones y articulaciones les dan una consistencia que desplaza por completo la idea artesanal o las locuras de la chatarra. La ingeniosa reinserción de las piezas en otro contexto queda consolidado por ese trabajo. Tal solidez ayuda a fortalecer los contenidos..." El artista explicó la concepción técnica de su obra: "La secuencia de movimientos concebidos sobre el principio del equilibrio de las masas es determinada por dos fuerzas dependientes entre ellas que funcionan simultáneamente: —Juego de balanceo estático o en desplazamiento de fuerzas-cargas mecánicas. —Juego de poleas multidireccionales de transmisión de rotación. (...) La obra toma vida cuando se acciona el botón de funcionamiento." Para el crítico francés, Gilbert Lascault, la búsqueda del artista parece no estar sensibilizada por el deseo ni por el gozo erótico, los signos del erotismo vienen después. "Son las relaciones mutuas de estas formas, sus maneras de acariciarse, de frotarse una sobre otra, de desflorarse, de penetrarse que cuentan ante todo para él (...). Eros está en el reflejo de las superficies, en los juegos de las superficies, en los movimientos de la escultura animada, en sus ruidos fuertes y ligeros. La actividad artística consiste, según él, en favorecer las nupcias entre engranajes, pistones, motores..." Sus obras nos inducen a meditar en los vasos comunicantes entre el arte y la tecnología. En el universo de sus criaturas lo humano y la maquinaria se han difuminado de una manera altamente sugestiva. Es la misma correspondencia entre el individuo y la prótesis; el adelanto de la ciencia y la técnica le ha permitido al hombre, en su intención de romper con las limitaciones inherentes a su condición, recurrir a la máquina y a la prótesis, no sólo para incluirlas en su universo sino para mimetizarse también con ellas. El crítico Roberto Puntual ha señalado en 1984: "Lo que Fabián Sánchez busca desde hace tiempo no es el equilibrio entre el hombre y la máquina, sino la zona de fusión a partir de la cual todo regreso al estado aislado original es impracticable (...): la máquina que se antropomorfiza, lo metálico que se visceraliza, lo sólido que viene a ser viscoso, el design que se encamina hacia lo kitsch, lo utilitario que se inutiliza en la estética..." El artista esboza las características esenciales de sus esculturas de este modo: "... Serían tomadas como máquinas del alma o robots de nuestro espacio interior, porque el conjunto plástico-mecánico de mis criaturas artificiales se pone en movimiento al ritmo respiratorio humano, para poner en evidencia las vibraciones de nuestro mundo íntimo." Su imaginación exuberante convierte la dimensión banal —las máquinas abandonadas en depósitos y cementerios de máquinas—, en obras artísticas (como lo ha señalado Pieyre de Mandiargues) que sugieren en el espectador una atmósfera mítica.
acerca del autor
Héctor

Fabián Sánchez, Ayacucho (Perú), 1934. Estudió en la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima. Vive en París desde 1965. Ha expuesto en Lima, en otras ciudades peruanas, Santiago de Chile, Washington, París, Venecia, Medellín, Ginebra, Colonia y en el 2000, hubo una retrospectiva de su obra en el Centro Cultural de la Universidad Católica de Lima.