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Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
2 10 2003
Los “Espectros” de Willson Peña, joven artista cubano
“El toque mágico de la fantasía del artista” por Daelen Pérez Fernández* Willson Peña, como otros jóvenes cubanos actuales, siente la actividad plástica en lo profundo. Es polifacético. Por demás y también por su cuenta ha devenido un acucioso experimentador, pues se ha acostumbrado a degustar superficies, texturas, sinuosidades, calidades diferentes de materias, todo con inquietudes humanistas. El hecho de recurrir a materiales inéditos, nunca usados hasta ahora (silicona), o echar a mano a aquellos “hallados” trabajados hábilmente (plastilina), constituye no un escándalo, sino originalidad creativa. Willson ama la figura humana. Por eso, pigmentos y soportes, en complicidad con temas y color, se convierten en cultos a la vida, al cuerpo, al erotismo. Sus imágenes (reales o no), “fantasmas” en interiores o sitios inventados, apuntan a visiones inusitadas que hacen que la individualidad de su arte sea compartida colectivamente. En cada sitio está el toque mágico de la fantasía del artista. Su preocupación por el volumen, el ritmo y el movimiento que ofrecen ciertos elementos arquitectónicos, permiten una combinatoria entre formas y espiritualidad. Las amplias y corpóreas composiciones a las que le confiere un hálito de misterio, una contenida e intrínseca fuerza, dejarán aflorar sin dudas, una mano desenfadada, acorde a su tiempo, sin rígidos ejercicios académicos, en plena faena, presta a nunca decir adiós a la creación artística. * Licenciada en Historia del Arte “Un hábil prestidigitador que da vida a sus creaciones” por Alicia de la Campa Su pintura es sobria, restrictiva en color, casi austera, pero esta economía de recursos impuesta por la necesidad funciona como especie de milagro eucarístico. En mi visita a su pequeño estudio me sorprendió la cantidad de su producción, allí, esparcidos por toda la habitación, sobre la cama, en las paredes, se acumulaban obras pertenecientes a diferentes etapas, en pequeño, mediano y gran formato. Veintitrés piezas, de las últimas realizadas, conforman la presente muestra de Willson Peña Castillo, un joven artista que emprende a buen paso el largo (y áspero) sendero de la creación. ¿Con qué pinta? Exactamente con lo que tiene, con lo que cae en sus manos. Nada convencional en los recursos, ni en su forma de hacer. Los materiales de Willson no son los consabidos tubos de óleo o acrílico, por allí no hay pinceles, ni espátulas. Pinta con silicona. Esa materia sintética construye, es el “corpus” y la esencia de cada uno de sus cuadros, silicona negra, gris, blanca. Trabaja como un obrero, la moldea redefine formas y trazos utilizando sus manos como las herramientas ideales. Pone, quita, difumina, limita un plano, lo refuerza con sus dedos inquietos y ágiles. En el estudio se oye la música de ArsEnsemble, el tiempo se mezcla y se dilata, mientras él, como un extraño demiurgo, un hábil prestidigitador da vida a sus creaciones con sus manos. En su quehacer no hay premeditación, todo está desde un principio dentro de él, Wilson solo abre las puertas para que lo acumulado fluya como descarga, experimentación, juego de azar que va tomando forma poco a poco. Utiliza el collage, recorta y pega figuras o rostros escogidos de revistas, los ubica en el espacio siguiendo su intuición y luego los vela, funde, los oculta casi por completo a los ojos del espectador que debe descubrirlos, o no, inmersos en las oscuridades de los misteriosos interiores que el artista recrea, allí está su presencia inquietante, casi imperceptible, demonios o ángeles reducidos en esas catedrales del silencio... espectros que se debaten entre la sombra y la luz. “Misterio de espectros” por Ada Oramas Primero fue la plastilina, ahora es la silicona. Hace un año me sorprendió al contemplar su exposición personal en la galería del Combinado Poligráfico Granma. Hoy, apenas puedo creer se trate de silicona las obras que contemplo en la Sociedad de Beneficiencia de Naturales de Cataluña en Cuba. Son obras que poseen un halo enigmático y parecen trasladar al espectador por los laberintos trazados por Eugene Sué en "Los Misterios de París" o quizá los sótanos por donde deambulaba "El Fantasma de la Opera". Son recreaciones oníricas del artista, lugares nacidos de su imaginación, algunos intertextualizados, a partir de elementos del paisaje urbano de remotas civilizaciones, cuyos estilos coinciden con edificaciones europeas e incluso de La Habana colonial. Marcadas con un fuerte acento expresionista, en formato grande y mediano, las piezas muestran una obsesión por extraerle texturas insospechadas al material de base, trabajado con los dedos directamente, con espátula y palillos. Es modelar pintando e incorporar la técnica del esgrafiado para otorgar un mayor impacto visual a la superficie, que adquiere relieves y asperezas en contrapunto con ralladuras y hendiduras, como una gran dicotomía donde las sensaciones táctiles irrumpen en la visión. El eficaz empleo del cromatismo sigue siendo uno de los aspectos vitales en la obra de este muchacho tan imaginativo, que parece ser la viva representación de una frase que, a ratos, surge en el habla popular: "el cubano las inventa en el aire". Wilson utiliza los colores propios de la silicona, como el blanco, amarillo, negro y les incorpora otros matices y gradaciones del acrílico. Pero, ante todo, enfrenta sombras y luz, busca antagonismos, sublima veladuras, revela tonalidades de suaves reflejos opalescentes y evoca algo así como sugerencias de imágenes desdibujadas, subyacentes en toda su atmósfera de siluetas agazapadas, en esas pinceladas gruesas, casi diluidas, como evanescentes. Y es así que aparece el misterio de los espectros, subyacentes en los claroscuros, en las oquedades umbrías, entre fulgores y destellos en la lechosa licuescencia que deslumbra y fascina, también ocultos en fulgores cegadores. Amantes que buscan complicidad en matices inéditos de la gama cromática, envueltos en halos de luz y sombras acogedoras.
acerca del autor
Varios

Willson Peña nació en La Habana en 1978. En 1992, cursando aún la secundaria, participa en exposiciones colectivas. Hace estudios de artesanía y asiste al taller de la instructora Mirta Chao. A los 16 años, expone sus primeros lienzos con el título “Enigma”. En 2001, muestra los cuadros hechos con la técnica de la plastilina y reunidos con el nombre de “Mírate en los ojos” en varios centros culturales de La Habana. Al año siguiente, participa en los salones “Arte joven” y en el Ier Salón de Artes Plásticas. En 2002 y en 2003, exhibe sus “Espectros” en diversas instituciones y galerías.