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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 12 2002
"Roberto Matta, artista de las metamorfosis" por Héctor Loaiza
Roberto Matta es uno de los más grandes pintores latinoamericanos del siglo XX. Para dar una idea de la importancia adquirida por su obra en el mercado del arte, nos basta citar que, en noviembre de 1999, su lienzo Los desastres del misticismo (1942) fue comprado en una subasta en Nueva York por la Fundación Constantini de Buenos Aires con el precio récord de dos millones seiscientos mil dólares. Estos resultados pecuniarios no son de tanto interés para el amante del arte, lo que salta a la vista es la originalidad palpitante de su obra. Vio la luz del día en Santiago de Chile el 11 de noviembre de 1911. Matta interpreta esta fecha en el calendario como una rareza numerológica (nació en el día 11, del mes 11 y del año 1911, hay siete unos y un solo nueve). Se recibió de arquitecto a los veintiún años y luego partió a París donde trabajó de 1934 a 1937 en el taller del célebre arquitecto Le Corbusier. En una entrevista publicada en el ABC Cultural de Madrid, del 14 de enero de 1999, declaró: "El racionalismo arquitectónico de mis estudios con Le Corbusier no me fascinó. Siempre me interesó mucho más la arquitectura japonesa, por ejemplo, o la arquitectura primitiva...". En 1938, conoció a Salvador Dalí en Cadaqués (España) que le introdujo en el ambiente surrealista de París, encontrándose con el poeta André Breton y el artista Marcel Duchamp. Estos encuentros serán trascendentales para asumir su vocación plástica antes ignorada, pero afianzada y alentada por sus nuevos amigos poetas, escritores y artistas surrealistas. Tras el abandono definitivo de la arquitectura, sus primeros lienzos, entre los que se encuentran sus morfologías psicológicas, estaban muy influenciados por el expresionismo abstracto. Hizo alusión en estas obras a las fuerzas terrenales, utilizó colores brillantes para insinuar los instintos viscerales y las fuerzas de la naturaleza. Desde el inicio de su actividad artística, ensalzó la evolución del hombre: de la barbarie a su actual condición racional. Se calificó de optimista en El País de Madrid, en abril de 1999: "Soy optimista" declaró al señalar que la especie humana había conseguido en millones de años dominar el canibalismo. "La única supervivencia del canibalismo es la guerra." Adhiere a las tesis del movimiento surrealista, haciendo suya la necesidad de la liberación de las riquezas contenidas en el inconsciente freudiano, la búsqueda de lo más profundo de la psiquis del hombre y la importancia de la dimensión onírica como fuente de creación. Participa en la Exposición Internacional del Surrealismo en París en 1938, en la que expusieron setenta artistas que representaban a catorce países. Pero Matta no se identificó incondicionalmente con los tópicos surrealistas practicados por el grupo dirigido por Breton. "Ya en su intervención en la Exposición Internacional Surrealista" escribió Marta Traba, "los paisajes interiores fundaron el espacio tensionado, eléctrico y vertiginoso más original de este siglo." Otro lienzo, La morfología del deseo, expresa las búsquedas estilísticas y conceptuales de su primer período caracterizado por la predominancia de ambientes aéreos y formas en perpetua mutación. Este concepto será desarrollado más tarde en sus respectivas obras por el venezolano Mauro Mejiaz (1930-99) y por el peruano Gerardo Chávez (1937). Los motivos de Matta aluden a la fisiología humana, animal y vegetal que están ligadas por vasos comunicantes (fórmula cara a Breton) con los fenómenos de lo infinitamente pequeño y del cosmos. Guiado por una visión humanista a lo largo de su vida, declaró hace algunos años: "Lo que quiero es un arte que haya sido inventado por la sociedad y esté a disposición de todos para utilizarse, un arte que ayude al hombre a conocerse a sí mismo y a crecer." Al estallar la segunda guerra mundial, Marcel Duchamp lo convence para abandonar París en 1939. Se refugian en Nueva York y se juntan a sus amigos surrealistas, Breton, Wilfredo Lam, Chagall, Max Ernst, etc. Siendo el más joven de los recién llegados, su contagioso entusiasmo para propagar las ideas surrealistas, su perfecto dominio del inglés y sobre todo la originalidad precoz de su arte hicieron que Matta ejerza una gran influencia en las obras de los jóvenes artistas norteamericanos, Mark Rothko (de origen ruso), Jackson Pollock, Willem de Kooning (nacido en Holanda) y Arshile Gorky (de origen armenio) que formarán lo que más tarde se llamaría la Escuela de Nueva York. "Les contaba a mi manera" comentó en la entrevista en el ABC, "la gran revolución que había sufrido el arte de nuestro tiempo. A través de la geometría intentaba explicar una especie de nueva gramática del arte... Y les decía que era necesario comenzar a trabajar a partir de la alucinación. Hacer manchas como Leonardo de Vinci. Leer las manchas, no dibujarlas. Mirar las manchas y seguir las imágenes que comienzan a aparecer a través de ellas. A partir de ahí, comienzan a cobrar forma." Durante su estadía neoyorquina, vivirá una crisis profunda que desembocará en una toma de consciencia de la cruda realidad de Latinoamérica. No podía cerrar los ojos ante las noticias dramáticas que llegaban sobre los contrastes sociales tan flagrantes en nuestro continente. Sus obras, aceptadas por las galerías y el ambiente artístico, figuran en las colecciones del Museo de Arte Moderno de Nueva York. Damián Bayón describió este período: "Rápidamente, con una precocidad casi alarmante, antes de la treintena, Matta ya está en posesión de sus recursos expresivos: dibujo de una libertad que parece "automática" (según la receta propiciada por Breton), fluidez del color inventivo, repertorio o formas que recuerdan y ocultan simultáneamente a la naturaleza." Entre 1939 y 1942, los lienzos de Matta hacían alusión cada vez más a un universo de cuatro dimensiones, dentro de una atmósfera cósmica, en el cual se activaban la atracción y la repulsión de los componentes macroscópicos y microscópicos del Universo. Su búsqueda de una nueva visión espacial no varió en esencia desde el inicio de sus trabajos, caracterizándose por la soltura y el dinamismo de sus motivos. Intentaba construir una teoría que explicara el misterio del origen del universo, que la tierra nació del caos, que el hombre (yendo contra la corriente del antropocentrismo) y la tierra estaban íntimamente conectados y entrelazados. El paisaje de México le reveló en 1941 la geología volcánica y, como está dotado de una gran sensibilidad, percibió la presencia de las energías de la naturaleza. Su lienzo Los desastres del misticismo, forma parte de la serie de obras "volcánicas". Creó en ese cuadro novísimos espacios, incrustando a su pincelada dinámica y a su colorido, transparencias y veladuras. Jugó con los valores "fríos" o "cálidos" de los colores, con las formas inteligibles y las irracionales. La galería de Pierre Matisse expuso en el mismo año por primera vez este lienzo que, al fascinar a los jóvenes artistas norteamericanos, no sólo sentará las bases de la Escuela de Nueva York, sino que también orientará el desarrollo del arte latinoamericano en la segunda mitad del siglo XX. Años más tarde, intentó practicar un compromiso social en sus viajes a Cuba en 1963, a Chile durante el gobierno de Allende entre 1971 y 1973 (donde organizó exposiciones murales de sus obras eminentemente cultas en Santiago, en las orillas del río Mapocho, para que sus compatriotas las apreciaran). Ante el contacto con las luchas que agitaban su país por aquellos años, "sus figuras fueron ganando espacio, pese a seguir movilizadas por su fuerza convulsiva y destructiva, protegidas por la invariable transparencia y conmovidas por sus continuas colisiones" (Marta Traba). Por otra parte, el crítico de arte, Damián Bayón, comenta en los años setenta: "Aunque desde unos años a esta parte el contenido pretende estar altamente politizado. Balas en ignición, sexos masculinos, planetas en sus órbitas, planos transparentes que 'organizan' el espacio, homúnculos o fetos misteriosos, máquinas de futuras utopías, todo baila, flota en un magma impalpable gris, azul, verdoso." En el mayor reconocimiento de su arte en Nueva York, Matta regresó a Europa en 1948 y se alejó del grupo surrealista, no estando más de acuerdo con sus ideas. Quería ir más allá de la exploración del inconsciente: alcanzar la unión del arte con la ciencia. Se instaló en Roma para evitar la influencia de artistas expresionistas abstractos como Piet Mondrian y Marcel Duchamp a quienes critica de estar sólo concentrados en el acto de pintar y olvidarse del espectador. Desde 1954 vive en París. Las imágenes de Matta no son descriptivas, buscan al contrario provocar una reacción del espectador por medio de sus formas surgidas de su imaginación alucinante ("delirante" afirmó el crítico Damián Bayón). Sería pues absurdo reducir el valor de su arte a la forma, ignorando el colorido y la riqueza de sus asociaciones y metamorfosis. "Un hallazgo que se sustenta en el revolucionario tratamiento de colores brillantes y sombras" escribió el crítico Santiago García Navarro, en La Nación de Buenos Aires de febrero de 1999, "y en una abstracción en la que fondo y figura, aniquilados, dan lugar a una inédita relación de elementos que parecen flotar sobre la tela." Su universo está repleto de formas emergentes, de injertos de lo vegetal con lo animal especies de máquinas aéreas, extraños insectos robotizados que semejan ser anticipaciones. Figuras arquitectónicas, rampas y terrazas, artefactos con innumerables tentáculos irrumpen de una atmósfera de ciencia-ficción. Algunos críticos le reprocharon su insistencia en recurrir a formas mecánicas, pero Matta, artista entre el siglo XX y el XXI, se interesó en los progresos tecnológicos y en la conquista del espacio. La obra de Matta se destaca en el conjunto del arte latinoamericano, porque junto al mexicano Rufino Tamayo, al rioplatense Joaquín Torres García, al cubano Wilfredo Lam, rebasó los límites coercitivos y estancados de los muralistas mexicanos que tuvieron tanta influencia en la primera mitad del siglo XX y abrió nuevos horizontes para la plástica de América Latina. La originalidad de su obra consiste en que las referencias (usadas por otros artistas hasta el abuso) a las tradiciones precolombinas son sugeridas como ecos tamizados, mediante un lenguaje contemporáneo y universal.