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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 9 2004
Indicios, señales, contrastes. Para una recuperación crítica de las diferencias, por Diana B. Wechsler
La silueta de un hombrecito en la acción de caminar, encerrada en un círculo perfecto es la señal recogida de la vereda de la Ringstrasse de Viena. La impronta, estampada en una superficie homogénea, se revela como signo elocuente de una cotidianidad particular y contrasta con otra, recogida en la Plaza de Mayo de Buenos Aires, en donde la superficie lisa desaparece dejando paso a una textura variada, múltiple. En ella, la cuadrícula regular de las baldosas organiza un mapa en donde se localizan otras marcas de lo real: vestigios de goma quemada, grietas, mugre, y el gran signo impuesto por las Madres de Plaza de Mayo, la silueta del emblemático pañuelo. Dos suelos, dos prácticas. Historias y realidades distintas recogidas de la experiencia urbana y sometidas a una operación de revisión en el recorte de Federico González. Pasado, presente, inmediatez: tres términos que aparecen representados en los suelos urbanos, vastas superficies cotidianas en las que conviven por capas superpuestas momentos y tiempos diversos. Las calles y las veredas se exhiben como soportes inmóviles del extenso registro material de una historia que por cotidiana, por omnipresente termina haciéndose invisible. Es en este hueco de la invisibilidad, en esta operación de hacer ver lo que siempre está pero sobre lo que no se presta atención, en donde se coloca la acción estética de este artista. Lejos de la mirada pintoresquista o anecdótica del detalle superficial, González recoge en estas obras los fragmentos de un presente conflictivo en el que se sobreimprimen las huellas de un pasado más o menos lejano. Recoge la regularidad y el accidente para poner de relieve las distancias densas entre espacios culturales diversos. Ante la fragmentación del relato posmoderno, el recorte operado sobre ciertos datos materiales de lo urbano permite recuperar el espacio para un relato más amplio. Retoma una narración que revisa críticamente la diversidad en medio de las desigualdades. No se trata de una operación de aislamiento de partes de un todo complejo, sino por el contrario, la identificación de ciertos datos, la localización de la mirada sobre porciones significativas de información que desde lo material termina remitiendo a lo simbólico para recuperar la dimensión conflictiva en un gesto que supera lo meramente documental para recoger aspectos de una memoria activa y crítica. Esta actúa fuera del marco de los ensayos tranquilizadores en donde los fragmentos tienden a atomizar todo conflicto incorporando a su vez los homogeneizadores términos de la globalización, tematizada dentro de la lógica cultural del capitalismo tardío. Estas obras dan lugar a contemplar y recrear fuera del sitio de origen recorridos propios y ajenos produciendo nuevos sentidos sobre una experiencia cotidiana. Una experiencia que exhibe algunas de las paradojas de los movimientos de población en la globalización. En todos los casos pone en juego la mirada nómada, aquella capaz de plantear una distancia extrañada que permite identificar las diferencias, las identidades, las marcas de lo particular en lo global. Frente a la pretendida homogeneidad globalizada, la materialidad de las veredas y sus mugres exhiben las diferencias regionales, económicas y culturales de una forma contundente. Ponen de relieve fragmentos de la historia urbana y nacional que han quedado grabados en la piel como indicios para la construcción de una memoria colectiva que revela aspectos olvidados del pasado y cuestiones desatendidas en el presente. Materiales para las ideas Federico González ensaya sobre la vieja técnica del grabado con otros materiales que funcionan no sólo recogiendo la información del taco de grabado sino que actúan haciendo su aporte expresivo a la obra. Despliega una operación en donde interviene activamente: recorta una zona, recoge su huella, cambia el punto de vista, cambia la textura, la humaniza. A través de una curiosa técnica que desde una perspectiva conceptual revisa las posibilidades del grabado, el suelo se convierte en un enorme taco disponible. Derrama latex sobre él y después de unas horas retira aquello que se ha convertido en un nuevo objeto: flexible, transportable, ya no transitable, liso en partes, rugoso en otras, en donde las irregularidades del suelo y las de la mugre dejaron sus marcas como testigos de un tránsito fugaz, que no es sino la fugaz intensidad de lo vital. Enrolla el grabado resultante para montarlo sobre una inmaculada tela pintada de blanco produciendo un microuniverso de contrastes entre la mugre —una construcción colectiva dentro del espacio urbano— y la tela del soporte. La piel del suelo (la delgada capa de latex) entre tanto, queda desprendida para seguir vibrando como un pellejo desgarrado de la realidad. Estos recursos favorecen el destaque de las fisuras, de lo variado y convierten al relato mínimo (en superficie) de estos fragmentos en un recurso para volver a pensar críticamente lo real. Son trabajos individuales pero de factura colectiva: la tarea de desprender la piel de una porción de la ciudad está a cargo de varias manos. Esta extraña acción en el espacio público activa el diálogo entre los que pasan y al interior del colectivo artístico que se ha formado. Así González e Ingrid Szinsinger son los responsables de la producción de otra obra — la video instalación GO— que toma como punto de partida estos grabados. Szinsinger aporta su experiencia y desarrolla esta video instalación colocándola en el debate con los recursos habituales del género. Sin materiales sofisticados, sólo con cámaras de seguridad y pantallas de televisión que se suman estratégicamente a una de las veredas verticales de Federico, Ingrid plantea un juego virtual en el que el espacio real por el que transita el espectador se puebla con habitantes de otras latitudes provocando un súbito extrañamiento que coloca al público en otros espacios, ajenos, diversos, proponiendo repensar desde este shok lo cotidiano. Algo similar se opera en la otra video instalación propuesta por ellos: Ventanas, en donde se distorsionan las visiones reales con la inclusión de vistas filmadas en tiempo real en otras ciudades.
acerca del autor
Diana

Federico Fabián González, 16/12/65, Buenos Aires. Entre sus 5 y 14 años, se forma con sus padres, los artistas Lidia Tchira y Roberto González. En los años 80, estudió con los maestros Enrique Aguirrezabala, Alfredo Devicenzo, Pedro Gomez y Claudio Asato. Desde 1989 hasta 1995 integra el grupo “Por el Ojo” con el que expone en calles y salas de Buenos Aires, New York y Montevideo. Desde 1996, hace foco en el trabajo “El suelo bajo los pies”. A partir del 2001 trabaja con Ingrid en una serie de instalaciones y el “servicio de pisos”. Ingrid Sinzinger, nació en Wels, Austria. 1986-90: Estudios de Filosofía y Ciencia del Teatro en la Academia de Artes Aplicadas de Viena y la Universidad de Viena. 1991-94: Fotografía en el Instituto de Arte Fotográfico y Técnicas Audiovisuales, Buenos Aires. 1995-98: Carrera de Coreografía en Armar Danza Teatro, Buenos Aires. 1996-2003: Fotógrafa freelance en Buenos Aires.