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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 9 2004
Jorge Camacho, confines lejanos, por Anne Tronche (extractos)
Una de las misiones del artista, no la única, pero tampoco la menos relevante, consiste en encontrar en sí mismo los arquetipos que subyacen en el pensamiento poético, en dotarlos de una nueva afectividad con el fin de que estos arquetipos, actualizados, remodelados en una forma inédita, se reencarnen casi de manera natural en el mundo moderno. Toda creación artística presupone un misterio original. Desde el momento en que intentamos penetrar en el alcance universal de una obra, nos cuestionamos inexorablemente sobre la naturaleza de las fuerzas psíquicas que han regido su aparición en un mundo que no podía esperarla. Sin duda, esta reacción se produce porque a menudo la imagen nace un trastorno previo a la visión, o bien de una destrucción activa de lo «ya visto». La imagen nace en un intervalo en el que se percibe apenas el trabajo del pensamiento, y que provoca sin embargo lo inesperado. Los principales artistas del siglo XX han tomado como modelo esta parte “por descubrir” del mundo; a través de sus obras, en las que lo imposible se encuentra en todo momento representado bajo los rasgos de los posible, han revelado el ejercicio del arte como uno de los últimos márgenes de libertad que le queda a la humanidad. Y así, han tendido un puente entre lo real y lo que todavía no lo es. “El ser tiene innumerables estados, que representan un peligro creciente y que el hombre desconoce"” dice Artaud. Esta noción es la que Jorge Camacho plasma en cada uno de sus cuadros desde hace cuarenta años. A esto se añade una connotación de sacrificio que envuelve a sus figuras en la atmósfera legendaria de un ritual. Jorge Camacho es cubano y no cabe duda de que es difícil negar que su herencia, a la vez caribeña y española, se refleja claramente en el estilo oculto de sus obras, en los elementos mágicos que contienen. Debemos admitir, tal y como señalaba Zoé Valdés con una fórmula cargada de imágenes, “que el arte taino le remueve las entrañas” Sería sin embargo un error analizar su lenguaje únicamente desde la perspectiva de sus orígenes geográficos, o exclusivamente en el contexto de América Latina. El encuentro con la poesía ha sido, en su caso, muchos más decisivo en la búsqueda de un modelo interior de lo que lo que cualquier otra influencia. André Breton fue uno los primeros en intuir la originalidad de su expresión y en animarle, aunque sus amigos fuesen, o sigan siendo: Agustín Cárdenas, Jean Benoit, Mimi Parent, Toyen, Joyce Mansour, Vincent Bounoure (…): todos ellos hombres y mujeres que se mueven entre el Verbo y las formas, iluminados por una filosofía con ambición iniciática. Desde sus años de juventud, Camacho no ha cesado de viajar: de Cuba a México, de México a Martinica, de Martinica a Francia y a España. Y precisamente, esa mezcla de realidades ajenas, ese juego de antagonismos entre una civilización y otra, permiten que las figuras que imagina expresen ese fondo eterno de la mente que, en todas las lenguas y bajo todas las latitudes, hablan sucesivamente de deseo y de terror, de conocimiento y de crueldad, de creencia y de revuelta. Lo que ha conducido a Camacho a llevar su obra fuera del campo tradicional de la óptica occidental no es únicamente su herencia, ni su intuición creadora, sino también su encuentro con el pensamiento surrealista, el descubrimiento del arte precolombino y su conciencia de utopista. Convencido de que la función del arte consiste en poner al hombre en contacto con las fuerzas esencial y, a la vez, restituir un espacio hipnagógico original, Jorge Camacho ha hecho de sus formas y de su simbología la expresión de estados de conciencia que en lo profundo de sus complejos niveles, difíciles de calificar, logran unir el mensaje esotérico de la cábala y el automatismo psíquico puesto en perspectiva por el psicoanálisis con las mitologías de las civilizaciones prehispánicas. Hombre de cultura y pintor, hombre de pasión y poesía, Camacho perpetúa hasta hoy el sistema de vasos comunicantes entre diferentes niveles de búsqueda y descubrimiento: en primer lugar, el lenguaje de las formas y, después, la poesía, la ornitología y la alquimia. Su pintura asocia continuamente estos ingredientes de forma oblicua y ha encontrado en ellos su propia fuerza. Esta fuerza, ciertamente fundada en una diferencia radical de fines y medios, se sitúa, sin embargo, en una relación de analogía con los campos de experiencia evocados. Esta concepción de la pintura origina una apertura del ser que sobrepasa los datos en los que se apoyó el surrealismo para promover “el automatismo psíquico”. Interrogado sobre sus relaciones con la “escritura automática”. Camacho precisa su interés por las que han utilizado sus recursos sin límites, pero confiesa no haber encontrado en ella un punto de referencia para su propia búsqueda. Aunque sus cuadros sean improvisaciones del pensamiento, la invención de las formas revela en menor medida la necesidad de desvelar la psique que la de observar elementos desconocidos de un mundo exterior, rechazando así la evidencia. Concebida de este modo, su vocabulario oscila entre las maravillas de la naturaleza, los infiernos que el hombre se inventa y los misterios que, separándonos de la ilusión de la inamovilidad, nos hablan en una lengua que todavía no hemos reconstituido por completo. Debemos finalmente subrayar que la vocación de pintor de Jorge Camacho no se limita ni a la descripción de lo visible, tal y como se nos ofrece de manera espontánea, ni a las preocupaciones de la profesión que le hacían decir a Marcel Duchamp cosas muy desagradables a propósito de los “aficionados a la trementina” ni, por supuesto, a la búsqueda de una verdad nacional. Al interesarse solamente por lo desconocidos y trabajar para su propio asombro, era previsible que su pintura lograse, como es el caso, desvelar un espacio de desequilibrio entre lo real y lo mental, un espacio donde súbitamente se ilumina el acto de percepción interior. Cada uno de sus cuadros es un itinerario, un lugar de paso de un pensamiento en búsqueda de algo, en búsqueda de un conocimiento cuyas formas pictóricas intentan trazar su contorno y favorecer su comprensión. El mérito de cada cuadro reside en la realidad psicológica que desvela, en el desconcierto que se manifiesta cuando de súbito aparece lo que no dice el lenguaje ordinario. El ojo que sueña “Empezaba a dormirme, cuando observé en el aire un pájaro maravilloso que planeaba sobre mi cabeza; se sostenía con un movimiento tan ligero e imperceptible, que en muchos momentos dudaba si no sería aún un pequeño universo equilibrado por su propio centro”. Este texto de Cyrano de Bergerac figura, junto con un hermoso ensayo poético de Jacques Dupin, en el catálogo de la exposición Historia de los pájaros que reunió en la galería Maeght, en 1982, una veintena de cuadros de Camacho. Hacer figurar aquí este breve texto que debemos al autor de l’Histoire comique des Etats et Empires du Soleil, permite establecer una resonancia entre el sueño despierto que sugiere y el ejercicio pictórico realizado por Jorge Camacho para construir la idea del pájaro a partir de una visión interior de su impulso y sus atributos. Probablemente, el descubrimiento del nombre de los Alquimistas le dan a la cábala fonética, “La lengua de los pájaros”, es lo que lleva al artista, en los años 1970, a interesarse más de cerca por las poblaciones de pájaros. Una vez establecida la curiosidad libresca, ese deseo de enfoque y conocimiento llevará a Jorge Camacho y a Margarita a emprender viajes de observación, durante los cuales el artista realizará reportajes fotográficos. Los consejos amistosos de un ornitólogo, François Roux, y la ayuda que le aporta Alain Gruger darán a su enfoque un carácter verdaderamente científico. Será en colaboración con Alain Gruger, en 1974, tras un viaje a la Guayana Francesa, con quien establecerá una lista razonada de los pájaros observados en esta región, publicada más tarde en la revista de la Reserva Biológica de Doñana, en España. Al año siguiente un viaje ornitológico a Venezuela será el motivo de un nuevo reportaje fotográfico sobre los pájaros de Los Llanos. En 1979, Henri Michaux se le unirá en la región de Almonte y juntos visitarán la Reserva Natural del Coto de Doñana. Es interesante observar el modo tan profundo con el que Camacho aborda un nuevo tema de estudio. No deja nada al azar, no se contenta con paseo turístico por el terreno escogido. Al igual que con la Alquimia, pretende describir bien los mensajes que le envía este nuevo continente por explorar. En ese caso, la elección del medio fotográfico guiará su mirada al establecimiento, desde el punto de vista de una contradicción fértil, de una relación objetiva con una realidad que tratará, por otro lado, en el aspecto pictórico de un modo totalmente subjetivo. Paralelamente a la exposición de pinturas presentadas en la Galería Maeght, Jorge Camacho expone sus fotos en la Galería Mathias Fels, bajo el título de Histoire d’oiseaux: “El estudio de los pájaros en su entorno, guiado tan sólo por el interés por el contacto intimista, es un ejercicio cautivador –escribe Francis Roux en el catálogo de la exposición. Como cualquier búsqueda, tiene su parte meditativa, su aspecto interior de espera, de concentración alrededor de un punto escondido. También es una llamada activa a la suerte, un recurso paciente al azar objetivo, una de esas artes que ocultan los pensamientos a la fragmentación del tiempo”. Hermoso texto que aparece encajar a la perfección con el pensamiento activo de Camacho. La aparición del pájaro tiene como primera consecuencia la de aclarar su gama mate de colores, abrir su espacio, haciendo que desaparezcan de él las paredes, los bajos techos, las referencias a los subterráneos, mensajeros de un sentimiento de clausura. Es básicamente un mundo desértico y mineral el que acogerá las formas irruptivas de las aves de rapiña con agresividad reversible, los atributos de los pájaros escrutadores por el acecho y el vuelo. Como ocurre siempre en Camacho un tema no es un pretexto para experimentar con la forma, es un pensamiento que lleva a la desnaturalización física de las figuras para expulsar de modo más violento las formas internas que despierta. La fragmentación de los elementos orgánicos tomados de la morfología de los pájaros y la organización de conexiones paradójicas entre pico y ala, entre garras y osamenta, entre cresta y quilla, permitirán a las composiciones expresar de la manera más exacta posible los ritmos que proceden de los oscuros latidos corporales: la sangre en las venas, los órganos internos con sus contracciones. Sin embargo, las líneas tienen esa rigidez tan característica de la escritura del artista, ese poder de suspense que pare enraizar siempre sus impulsos en lo más profundo, en la base de la tierra. Con este nuevo tema, todas las formas se sumergen curiosamente en un tiempo inmóvil y rítmico. Basta con observar las sutiles graduaciones de colores obtenidas en Tear (Hommage à Toyen) o bien el sabio reparto de tonalidades anaranjadas en L’Aigle, Mademoiselle para comprender que, sin tratar el vuelo, las formas vienen de ese pensamiento del vuelo que las asalta y obsesiona. Como bien escribe Jacques Dupin, “Incapaz de emancipar su movimiento en los rápidos del aire, él (el pájaro) se queda unido, de tela en tela, unido a su presa, a su nido, a su altar, a su roca, a su tronco, a su estaca, a la tierra…” A pesar de ese vuelo trabado, las posturas de espera no son una derrota. En el punto de intersección de un orden morfológico arbitrario y de una organización de superficies por símbolos que hay que interpretar, por colores que apuntan con obstinación un orden: un sentido figurativo echa raíces. Aparece como un desgarro. Es en efecto, un desgarro en el espacio de los cuadros donde los juegos monocromáticos se oponen al sentimiento de profundidad.
acerca del autor
Anne

Anne Tronche es crítica de arte. Ha sido miembro de la revista Opus International hasta 1989 e inspectora general de la Creación artística del Ministerio de la Cultura francés de 1982 a 1999. Ha publicado muchas obras sobre artistas contemporáneos. También numerosos artículos y estudios sobre el arte contemporáneo y entrevistas destinadas a películas monográficas con: Bill Culbert, Daniel Spoerri, Aurélie Nemours, Denise René.