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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Poesía
4 12 2002
"Crónica de Boecio" y otros poemas de Juan Ojeda

Las ilustraciones son de Mélodie Comba

PARACELSO

Durch das schütternde Geschiebe' Den vom Tod gewiesnen Gang. Stefan George Descend lower, descend only Into the world of perpetual solitude T.S. Eliot Porque no debemos permanecer, La tierra se inclinó con un sonambulismo de voces, Y los caminos fueron colmados en la inerte morada. ¿Qué premoniciones sostener en este insidioso sueño? Caminar, sólo caminar, entre la sensación árida Como una prisión de los sentidos. Y bajo los setos El ruido de imprecisas manos ordenando las ruinas. Silencioso día de la desesperanza en un ocio podre, Torpe día del mudar de hábito como vieja cánula Desvencijada, allegando los leños ásperos de la locura. ¿Es tiempo escindido en quienes, pronos y vanos, Elevan en el fervor del caos una vida desecada? En las pendientes del temor nada es ciencia. Vivir Esa quieta cesación del sentido: caer dentro,- Nutriendo en un tiempo seco el tiempo de la herida. Esta confusión pútrida, que absurdamente llamamos realidad, Es sólo fabula que el cosmos remueve En nuestros pobres días hastiados. No hay ciencia Aquí en el cepo innoble de las muertas esferas. Descender a estos lugares, Disgregado rumor y tiempo derrelicto. Descender A las palabras inanimadas, no sentido del límite Sino seca memoria en un mundo seco, destitución Que arde y celebra la carencia, Vértigo del mundo despojado de mundo. Descender. al tiempo, En lo sólido que toda duración oprime, El borde-de la fuente, la luz inmóvil en la arcada: Acércate al borde y verás el oculto origen. ¿No vivimos dentro del cadáver de un dios? Tal vez somos un don abolido por el nacimiento, Pero ya nadie confía en estos tiempos. A los hombres les basta el pequeño mundo de sus días, Y no se cansan de mudar; lnútil es despertarlos de sí mismos, Labor que ya la muerte prodiga. Lo real renueva en el caos un idioma olvidado. Hay el tiempo de la prímula y el armadillo, Vados pétreos que el viento limpia en un gañido Y brillan las raíces huecas Balanceándose entre el hinojo y la escolopendra. Y el tordo: música incierta. El pájaro golpeó, Y aún se escucha su lamento entre los mudos setos. ¿Con qué infortunio el canicular destello Quebró los vidrios del viejo ventanal? No celeridad, Sino lo inmóvil gorjeando en lo inmóvil, la estación Del baldado prestigio y el sopor reconciliado. En este reino el objeto arrastra sus dones Y marchitas yacen las hojas que ayer observamos. El muérdago silvestre y el vestigio rugoso del cedro En un confin del mundo abren preseas. Los ojos Han labrado restos de muros ya contemplados. Así la duración Es madurada en los sentidos muertos. Y el abúlico tordo Impidió la floración y colmó los caminos. Miserla y putrefacción Entre las ramas insignes. Lo temporal y lo intemporal Vuelven a reconciliarse En un mundo carente de Realidad. Son torpes columnas las que sostienen las constelaciones, El céreo deambular de los astros como una preocupación seca. Todavía resuena el chillido de los pájaros, Hórrida quimera, agua que ya en nada aflora, La morada vacía que su ardor anticipa, Entre los cedros quemados por el sol. Sorda es la dilución de la vida en un estancarse Que brilla en las eras como oscuro homenaje. El armadillo lamió las galerías en la rota fuente del día Y mientras hurgábamos, el universo se había reducido. Lo intemporal, pues, es un error de los sentidos Y no anheles mayor ciencia que tu muerte y tus.ojos Que ruedan entre improbables imágenes.

LA NOCHE

A Malcolm Lowry In memoriam En esta noche oscura de mi vida que bien sé yo por fe la fonte frida, aunque es de noche. San Juan de la Cruz ¿Qué atroz misterio deambula en los posos resecos de la noche? Arrojado fatigosamente sobre la tierra árida te habrías contentado con nutrir el ardor en el ventoso invierno, y ya nada sobrevive de tanta enconada miseria, ni las abluciones del corazón. Oh, si, ese mudo rumor, absorto y quieto labrado por incesantes, pavorosos pensamientos Inerte fuego abraza las heces de tu vida enferma Se escucha el parloteo abúlico en unas rocas frenéticas. Es el mar, dios apacible y rencoroso, Pétreo refugio donde resonarás para siempre como un agua rota. Y bajamos por la seca avenida hacia la noche cerrada y luego caminamos a ciegas, sin movernos, y fue allí cuando estalló el sordo lamento Eran como murmullos rebotando entre las negras bóvedas ¿Qué mirabas? En medio de la noche nada se ve y nada se siente, Sólo puedes hurtar al sueño una grosera ceniza. La vida es muerte rodeada por la experiencia inútil que yace sin fondo en la memoria. Hemos sido elegidos para perecer, y no obstante cavar en los rígidos dominios del tiempo, y hallar la misma muerte royéndonos el rostro: cada hombre es un extraño para el otro. Sólo la lívida noche que todo lo desordena, arrastra hedores de voces tullidas, o rasga el espíritu que aflora como aire detenido sobre la.tierra muerta.

CRÓNICA DE BOECIO

He oído las voces, he oído los clamores, absurdamente sostenidos como en una feria. He comprendido el propósito y la argucia, y todas las cosas hacia atrás revolviéndose. El dolo preside en el consejo de los hombres y sólo la futilidad. Oh el tiempo, el tiempo de morir y sobre la tierra una ausencia de dioses. Hurtas voces para el día que no amarás, y cuando lo puro te anuncia no hallas en tu paso sino un camino mondo. Sobre el reseco musgo de ruinas se arrastra el día, quebradizo como imposilble vuelo de crisálida. Dioses. Y sumergir gastados brazos en la irrealidad del camino. chapotear entre alas rotas, gajos de luz dura. mano de criptas que se elevan la garra humedecida de sombras. "En un puñado de polvo juzgarás el reino, y caminaremos sin pregunta possible que aplaque nuestro desconcierto.” Oh, este es un tiempo de prodigios. Escarbamos las anchas tierras con rnanos seguras, y nada hay allí que nos consuele. Duras astillas de algún viejo cráneo, sucio por los cuervos, este horrible viento que baja de las colinas próximas, arrastrando el hedor de los muertos, y no hay consolación. Todo se oscurece presagiando la muerte del día, y ya no habrá más días sobre la tierra árida, o no habremos nosotros. ¿Cómo los dioses custodian lo eterno? ¿Quiénes oprimen con gravedad el sentido del mundo? Dioses. Dioses. Los he visto danzar con movimientos horribles: el viento removía el seco polvo de la Tierra Colorada, y yo huía enloquecido, soportando las revelaciones. Arrastrarse hasta esos maderos hundidos, el agua del mar dejando una fetidez maldita, y hundirse entre el agua y la arena. "Soporta, soporta este Reino" Oh, es el exilio. ¿Pero dónde contemplaré un Origen que ordene este universo absurdo? La vida desciende en medio de las cosas, vacía y sorda, y un ojo atento rueda a contemplar el osario del mundo y se anuda como un viejo vicio a cada objeto improbable. Pero ya sabemos que todo lo real es precario, y en qué sentido. Así, oh alma mía, abstente de indagar o abandona el camino. ¿De quién es esa torpe mano que bate, angustiada, las sombras? Oh, escucho todavía el vano estrépito de las voces que huyen. Así, pues, qué sabias palabras no podrán importunarnos, qué gestos que no posean avara suficiencia en medio del Caos, y cómo viviremos estos días sin desesperarnos, y cómo hablar y en qué sentido. Oh alma mía, nada queda ya sobre la tierra que hayas odiado con cierta humillación, la dorada máscara que repite el esplendor de aburridos gestos aprendidos, sin duda, para consolarnos y no hay consolación. Oh, es el exilio. Y no obstante, sobre nobles manuscritos convertí mis ojos al sabio ejercicio, y allí todo era tan desolador como la misma realidad. ¿Acaso alimenta al espíritu el errante curso de los astros? Oh, toda verdad hedía como un tiesto de ramas muertas. Así, hemos elegido, tal vez, un lenguaje que los dioses, ahítos ya de días, abominan con innoble desencanto. Tierra de los dioses que el hombre habita, y bajo el murmullo del tiempo una muerte segura. Pero los dioses se cuidan de ser demasiado terrestres, Y esa es nuestra futilidad. "Entre la realidad y la irrealidad conocerás el Reino". Y sabemos ciertamente Que el tiempo es menos real que los sueños, y chapoteamos con nuestras pobres voces en un tiempo perdido. Ahora los hombres sólo hablan una lengua falsa, ¿los escuchas? Nada hay allí que pueda servirte, todo es como una burla o una insidiosa pesadilla. Ya hemos levantado sobre los días hórridos un tiempo más puro, y no escuchamos sino las obcecadas voces de los desgarrados.

SWEDENBORG

Time held me green and dying Dylan Thomas ¿Qué sentido, qué camino, qué inconstantes brillos destellan en el vano ejercicio de los tratos humanos? (Oprimirás con esos ojos labrados en la oscuridad —allí no hay interior ni exterior: sólo muerte y origen— el horrendo manantial donde toda pureza se consagra. Verás aún lo imprevisible en las úlceras de la hogaza.) ¿Qué conoceremos más tarde, qué conoceremos, cuando de estos refugios se abra el miedo? ¿Qué renuncias, horadadas las mermas de infortunio, que renuncias? ¡Qué hondo lo erróneo o las prisiones de la luz! Cesa un murmullo de aguas, y negra es la incierta tierra, y has debido ocultar el rencor de tanto sueño hurgado, habitar, ajeno, una sabiduría que es cepo y fracaso. Salir, huir, untar el mundo con el mundo mismo. Y ya no podremos abandonar de la mente lo mirado. ¡Oh! Huir, salir, durar en las vertiginosas moradas del acto. ¿No descendcmos, consumándonos, entre improbables aguas? Hay, en verdad, un terror que arrebataría lo humano: aridez del. temor de haberlo contemplado todo, de haber y no haber rasgado el tiempo (cuando había tiempo) y éramos conforme al don de estar muriendo siempre, formas que abrevaban su luz en una luz más intima Nada poseemos fuera de lo erróneo. Mira: quebradizos presagios, tan innobles y torpes como la dolorosa herrumbre que el invierno oculta entre las piedras pardas. Nos refugiamos en lo incomunicable, y mientras rueda el día inerte intentamos comprendernos, confundiendo el espíritu con el olor muerto de unas sobras resecas. No podemos regresar sin detenemos. Y no hay seguridad sino esta obcecada pesadilla que enterrará en el mundo nuestra fugacidad vacía. Y todo allí será crujiente abismo, sentirás estremecerse aullantes esferas rígidas: Impenetrable río tiempo inmóvil pavoroso rostro de lo hueco. Lava, lava las pústulas del espíritu. No abandones et trato de lo pétreo, pero lava, lava estas sombras mientras se acerca la gran noche. Recoge estos sentidos demasiado poderosos, trízalos. Detesta los imperdonables cuerpos celestes, y el curso de las estaciones te sea aborrecible. Oh, y hemos vivido entre objetos como grandes llagas por donde la realidad se precipitaba abominablemente, o gobernando a veces una insidiosa mueca soportamos el hedor de la noche, y tratamos vanamente de retener el mundo en una duración quieta.

SOLILOQUIO

Para el que ha contemplado la duración lo real es horrenda fábula. Sólo los desesperados, esos que soportan una implacable soledad horadando las cosas, Podrían develar nuestra torpe carencia, la vana sobriedad del espíritu cuando nos asalta el temor de un mundo ajeno a los sentidos. ¿Qué esperarías, agotado de ti o una estéril música, cuyo resplandor al abismarse te anodaría? Pero tú yaces oculto o simulas alejarte De lo que, en verdad, es tu único misterio: en la innoble morada de la realidad nutres un sentido más hondo, del que ya ha cesado todo vestigio humano. Y destruyes el reino de lo innombrable, que en ti mismo habita. ¿Qué esperarías? ¿Sólo madurar, descendiendo, en una materia más huraña que el polvo? Nada hay en los dominios frescos del sueño o la vigilia. Así he considerado con indiferencia mi vida y debemos marcharnos.