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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 10 2006
Guillén, el cazador de sueños (primera parte), por Héctor Loaiza
Vio la luz del día en la hermosa ciudad de Carhuaz, en pleno callejón de Huaylas, al norte de Lima. Se crió bajo la sombra protectora del padre que era notario en Yungay, y que se ocupó mal que bien de él y sus hermanos, porque su madre había emigrado a Lima. Desde muy temprano, Guillén se puso a dibujar, a intentar transcribir y al mismo tiempo deformar la realidad en los cuadernos escolares. Prosiguió esta vocación en el colegio secundario. Lo que cambió totalmente su vida de una manera trágica, fue el terremoto de 1970 que, al provocar una avalancha en Yungay, donde por entonces su familia vivía, aplastó a 30 000 habitantes. En esta catástrofe natural perdió a su padre y significó para él una experiencia dolorosa que arrastró durante muchos años en su vida. A la edad de veintiún años y con muy pocos medios, Guillén partió a Lima, como lo hicieron centenas de millares de provincianos a lo largo de las últimas décadas, con la intención de buscar mejores condiciones de vida. Siguiendo el dictado de su vocación, empezó, en 1972, estudios en la Escuela Nacional de Bellas Artes (ENBA). Su condición periférica le permitió dirigir una mirada innovadora hacia el arte. No era pues un artista limeño, con un bagaje cultural occidental, no tenía tampoco la censura de quien ha heredado una cultura libresca, sino que su encaminamiento se particulariza, desde el principio, por cierta inocencia para abordar los temas pictóricos. Adoptando la vía artística no tenía nada que perder, al contrario, con su labor plástica mejoraría de existencia y se perfeccionaría. Empezó a pintar fuera de los cursos de las escuela, lienzos inspirados en la catástrofe que había matado una parte de su familia. "Ahí nace realmente mi arte” dice Guillén, “en una forma tal vez horrenda y directa al principio, pero fue evolucionando con el tiempo en algo un poco más poético y lírico”. Paralelamente a sus cursos, participó a lo largo de los años setenta en exposiciones colectivas e individuales en diversos museos. Terminó sus estudios con brillo en 1979, al obtener la medalla de oro de la ENBA y el primer premio en el concurso del gobierno francés para una beca de estudios en París. En 1980, llegó a la capital francesa y desde su primer contacto con el mundo europeo, se incubará en él un sentimiento de desarraigo que alimentará, de ahora en adelante, los temas de sus telas. En los primeros años de su existencia parisina, visitó museos, observó, aprendió y se mezcló con el “caldo de cultivo” que componen las artistas peruanos, latinoamericanos y extranjeros de París. Cursó también estudios en el Taller 17 de Stanley William Hayter en Montparnasse, donde también fue galardonado con el primer premio otorgado a los becados extranjeros del gobierno francés. Por primera vez en su vida, tuvo la impresión que había encontrado gente que lo respetaba como persona y que apreciaba su pintura. En el grupo de más de treinta artistas peruanos que residen en la capital francesa, existe una diversidad de orígenes culturales. Estos artistas muy activos, habiendo constatado el final de la generación de pintores indigenistas de la primera mitad del siglo XX, obligados a asimilar la modernidad plástica occidental de la posguerra, tuvieron que adoptar un nuevo lenguaje. Muchos de ellos mantuvieron lazos sólidos con el arte figurativo, los temas de inspiración son el arte de las civilizaciones precolombinas, otros cultivan el abstraccionismo que se diferencia del europeo por sus coloridos y, por supuesto, existen figuras solitarias a quienes no se puede encasillar en una fórmula. Para algunos de los pintores peruanos les fue muy fácil adaptarse a la cultura francesa. No existía en éstos, la contradicción esquizofrénica —como en el caso de Guillén— de abrigar en su inconsciente el peso de la cultura andina y la necesidad de expresarse con las herramientas de la plástica occidental. Esa contradicción lo ha resuelto mediante una entrega total al arte. El desarraigo —otro de los elementos que se destaca en su obra— en lugar de ser un factor paralizante, le permitió tomar distancia con Perú, intercambiar ideas, comparar su trabajo con artistas de otras latitudes y empezar un lento y seguro proceso de afirmación de su propio estilo. Desde el principio, el artista se vio empujado a explorar su mundo interior buscando temas para sus lienzos y asumiendo su identidad, sin una reivindicación ideológica, sino como una recreación incesante de los mitos arcaicos, un trabajo paciente de transcripción e interpretación de sus sueños. Es por esta orientación asumida hasta las últimas consecuencias que lo hemos llamado el “cazador de sueños”. Citemos al desaparecido escritor peruano, Julio Ramón Ribeyro, en la presentación de la obra de Guillén en la XII Bienal de París, en 1982: “Entre las diversas tendencias de la joven pintura peruana se puede observar un retorno a la figuración y en este dominio, un nuevo período de interés por el surrealismo. Un surrealismo sui generis, ya que no se imbrica en el europeo, pero antes que nada en ese surrealismo inmanente que (...) impregna una gran parte del arte e incluso la naturaleza latinoamericana. La obra de Guillén se inscribe en esta corriente: sus cuadros nos conducen delante de un espacio pictórico fabricado con los productos y los residuos de los real y lo imaginario” (1). La especificidad de la pintura de Guillén reside pues en que no se inspiró de temas del mundo exterior, ya que para su aguzada sensibilidad, la realidad sólo ha sido fuente de sufrimiento y de violencia sino en la exploración de su interioridad. “Así nos introduce para nuestro encanto —escribe el recordado crítico de arte Gaston Diehl—, en un universo coloreado, muy diversificado, donde multiplica con gusto sus interpretaciones ingeniosas de las potencias tutelares de la naturaleza y de los seres vivientes. Muy pocos, entre los espectadores, resistirán al deseo, tras quizá un esfuerzo de comprensión, de penetrar en su mundo mágico...”(2) Notas (1) In Catálogo de la XII Bienal de París, 1982 (2) In Catálogo de la exposición Abstracción y figuración, pinturas y esculturas – 18 artistas de España y de América Latina, Municipalidad de Montereau-Fault-Yonne, noviembre de 1988.
acerca del autor

Franklin Guillén nació en Carhuaz (departamento de Ancash), al norte de Lima, en 1949. Después de haber cursados estudios brillantes, recibió la medalla de oro de la Escuela Nacional de Bellas Artes de Lima en 1979. Ganó el concurso de una beca del gobierno francés para seguir estudios en la Escuela de Bellas Artes de París. Desde 1972, expuso sus obras en galerías de Lima, París, Francfort, Londres, Praga, La Habana, Suecia, Italia y Holanda. En 1989, el Ministerio de la Cultura francés le atribuyó un taller en La Courneuve, en el suburbio norte de París. Sus obras figuran en colecciones privadas y públicas de Francia, Holanda, Perú, Chile e Israel.