Teatro
2 2 2007
El primer teatro de Arrabal, por Ana María Romero Yebra
Las condiciones en las que se ha desarrollado su vida desde la infancia y el talento literario demostrado en medio centenar de obras de teatro, once novelas, innumerables libros de poesía, varios ensayos, dirección de largometrajes, cartas y demás le convierten en un ser único, irrepetible. Con veinte años publica su primera obra teatral. “Pic-nic”, llamada en principio “Los soldados”. Se considera representativa del teatro del absurdo junto a los dos que siguieron: “El triciclo” y “Fando y Lis”. Los primeros estrenos del absurdo en París son “La cantante calva” de Ionesco y “Esperando a Godot” de Samuel Beckett, pero cuando Arrabal escribe “Pic-nic” en 1952 desconoce la existencia de estos dos autores y de su teatro, aunque luego hay críticos que han establecido un cierto paralelismo en las situaciones y personajes de Beckett y Arrabal. “Pic-nic” es la obra formalmente menos atrevida de todo su teatro. Está llena de frescura y de exquisito humor; un humor absurdo, efectivamente, pero humor español en la línea de Jardiel Poncela o de Miguel Mihura, mientras que “El triciclo” y “Fando y Lis” están plenamente en la línea absurda francesa de la que luego Arrabal empieza a despegarse para entrar en un teatro distinto donde encontramos la expresión de un mundo ilógico, un lenguaje absurdo o infantil que provoca la ruptura con el lenguaje teatral habitual que espera escuchar el espectador. Estas tres primeras obras escritas tiene un carácter marcadamente trágico y la seriedad con que los personajes viven su mundo absurdo hará que el espectador se divierta con ellos porque convierte en risible para él lo que para los personajes resulta desventurado, en una oposición humor-tragedia, presente en el absurdo que justifica para estas obras la calificación de tragicómicas que les da E. Jacquart. Nadie ha acentuado como Arrabal este contraste en el que lo trágico aparece patente en la degradación propia del drama absurdo y repentino como en el caso de “Pic-nic”. En “Pic-nic” todas las secuencias de la acción siguen la lógica de la historia, de unos hechos que se exponen en el orden mismo que se producen. Se comprende con facilidad la fábula así como el anarquismo pacifista que hay en ella. Talvez por ello se ha convertido en la obra más representada en la mitad del siglo XX de todo el teatro occidental. El argumento de “Pic-nic” consiste en que los padres de un soldado, Zapo, van a pasar un día con él al campo de batalla. Luego aparece Zepo, un soldado enemigo y tras hacerle prisionero le invitan a la merienda que los padres han llevado comiendo todos en perfecta armonía. Zepo les cuenta que para distraerse hace flores de trapo y antes se las enviaba a su novia, pero le ha dicho que no le envié más porque tiene la bodega y el invernadero llenos de flores, así que ahora las hace para cada compañero que muere y no da abasto. Zapo dice que hace jersey porque todos los soldados se aburren. El Sr. Tepan, padre de Zapo les dice a ambos que comuniquen en sus filas que los soldados enemigos no quieren hacer la guerra y así cada uno se volverá a su casa. Mientras bailan el pasodoble, suena el teléfono de campaña que ninguno oye. Comienza la batalla con ruido de ametralladoras, bombazos y tiros y el teléfono vuelve a sonar. Una ráfaga de ametralladora mata a los cuatro que continuaban bailando alegramente. Cuando los camilleros entran se escucha un disco rayado por el roce de una bala. En todas estas secuencias hay una gran sencillez narrativa pero en tan breve resumen no se puede dar cuenta de la riqueza estilística de la obra, de su humor ingenuo y absurdo, de las discusiones del contraste de pareceres de los personajes, totalmente al margen de la realidad ya que ninguno comprende nada de lo que ocurre y donde los opresores no aparecen en escena. Lo absurdo de la moraleja de esta obra está en la evidencia de que personas que no se odian, tengan la misión de destruirse. En “El triciclo” aparece ya la división, en el interior del grupo oprimido, del personaje consciente / no consciente, aunque la obra presenta una ordenación cronológica similar, en la que Apal y Climando deben pagar el alquiler del triciclo y unos bocadillos. Para conseguir el dinero matan al hombre de los billetes con la ayuda de Mita, una vagabunda joven, vestida de andrajos. A consecuencia de ello la policía los detiene. Otros personajes, como el viejo de la flauta, contribuyen a acentuar lo absurdo de los diálogos, lo mismo que el guardia que habla siempre de manera infantil y enigmática, con palabras sin sentido: -Caracachicho, corocochocho, chi, chu, cha, caracachi... “Fando y Lis” está escrita en 1955 cuando Samuel Beckett es un maestro para Arrabal aunque dos años antes ni siquiera lo conocía. A pesar de la opinión de algunos críticos no hay que deducir por eso que la obra se inspire en “Esperando a Godot”, pero si existe una cierta relación, un parecido entre las dos, aunque también se encuentran diferencias muy notables. La obra empieza con los dos protagonistas, un hombre y una mujer paralítica en el desierto, haciendo un alto en su camino hacia Tar. En el 2° cuadro se incorpora un grupo de personajes, los tres hombres del paraguas que siguen la misma ruta y con los que se producen unas interrelaciones mediante las que podemos comprobar que Toso y Lis son los personajes más clarividentes de la obra. Fando se comporta a veces de manera despótica y cruel maltratando a Lis. Cuando la muchacha, involuntariamente, rompe su tambor, la golpea. El resultado es que mata a Lis sin proponérselo. Los hombres deciden enterrarla y seguir caminando a Tar, a donde nunca llegarán de la misma forma que en la obra de Beckett nunca aparecerá el tal Godot que Didí y Gogo esperan. Sin embargo no hay el erotismo ni la trágica muerte de la obra de Arrabal. Además los personajes de Arrabal son jóvenes y caminan hacia Tar como destino; los de Beckett esperan y tienen a sus espaldas mucho pasado y pocas ilusiones. Ambos autores llenan de modo similar el tiempo escénico con juegos verbales, digresiones y conversaciones más o menos anodinas que, a pesar de todo, conforman las dos obras como altamente poéticas. A partir de estas tres obras descritas, el teatro de Arrabal adquiere un nuevo giro con “Los dos verdugos” y “El laberinto” ambas de 1956, en las que las escenas de crueldad y sadismo dejan de tener la irresponsabilidad de un juego infantil. Tras escribir las obras que él mismo denomina “prepánicas” conoce a Bretón y su grupo y participa de sus posturas estéticas, aunque es superrealista antes de conocerlos. Su vanguardismo, por lo tanto, está fuera de Bretón y de Beckett. Y es que, como dije al iniciar estas páginas, Arrabal ha sido y será siempre único e irrepetible.