Sábado 27 | April de 2024
Director: Héctor Loaiza
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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Homenaje
5 5 2007
La Oruga y otros poemas de José Watanabe
LA ORUGA Te he visto ondulando bajo las cucardas, penosamente, trabajosamente, pero sé que mañana serás del aire. Hace mucho supe que no eras un animal terminado y como entonces arrodillado y trémulo te pregunto: ¿sabes que mañana serás del aire? ¿te han advertido que esas dos molestias aún invisibles serán tus alas? ¿te han dicho cuánto duelen al abrirse o sólo sentirás de pronto una levedad, una turbación y un infinito escalofrío subiéndote desde el culo? Tú ignoras el gran prestigio que tienen los seres del aire y tal vez mirándote las alas no te reconozcas y quieras renunciar, pero ya no: debes ir al aire y no con nosotros. Mañana miraré sobre las cucardas, o más arriba. Haz que te vea, quiero saber si es muy doloroso el aligerarse para volar. Hazme saber si acaso es mejor no despejar nunca la barriga de la tierra. ANIMAL DE INVIERNO Otra vez es tiempo de ir a la montaña a buscar una cueva para hibernar. Voy sin mentirme: la montaña no es madre, sus cuevas son como huevos vacíos donde recojo mi carne y olvido. Nuevamente veré en las faldas del macizo vetas minerales como nervios petrificados, tal vez en tiempos remotos fueron recorridos por escalofríos de criatura viva. Hoy, después de millones de años, la montaña está fuera del tiempo, y no sabe cómo es nuestra vida ni cómo acaba. Allí está, hermosa e inocente entre la neblina, y yo entro en su perfecta indiferencia y me ovillo entregado a la idea de ser de otra sustancia. He venido por enésima vez a fingir mi resurrección. En este mundo pétreo nadie se alegrará con mi despertar. Estaré yo solo y me tocaré y si mi cuerpo sigue siendo la parte blanda de la montaña sabré que aún no soy la montaña. LA SANGRE Los médicos escuchan con el estetoscopio el paso rumoroso de nuestra sangre, lo escuchan como una revelación que nunca comparten, no dicen con alegría: tu sangre no ha huido. La sangre puede huir. Los órganos están fijos, palpitando en su profunda oquedad, pero la sangre puede salir de su límite, franquear la piel y saltar al mundo. Si la sangre huye sabrá remontar colinas así como se extiende abundante y silenciosa por el hígado, sabrá fluir por los arcos de los puentes así como avanza por las esclusas del corazón, sabrá pasar bajo las raíces enmarañadas de los sauces así como pasa entre la arboladura de los pulmones. La sangre puede inundar todos los paisajes. La sangre de los asesinados va delante de nosotros y vibra como un horizonte infame. Extraído de Banderas detrás de la niebla ÚLTIMA NOTICIA Ésta es tu última noticia, cuerpo: una radiografía de tus pulmones, brumas inquietantes, manchas de musgo sobre la nieve sucia. La tierra espera que algún día todos los órganos, como los perros, la husmeen buscando la yerba benéfica. Tus pulmones, entre hojas sedosas, lucirán sanos y tersos como recién nacidos y concertarán con un joven buey el ritmo amplio de su respiración. Al fondo habrá un cielo luminoso y ninguna sombra, sobre todo ninguna sombra aciaga. Extraído de Banderas detrás de la niebla EL LENGUADO Soy lo gris contra lo gris. Mi vida depende de copiar incansablemente el color de la arena, pero ese truco sutil que me permite comer y burlar enemigos me ha deformado. He perdido la simetría de los animales bellos, mis ojos y mis narices han virado hacia un mismo lados del rostro. Soy un pequeño monstruo invisible tendido siempre sobre el lecho del mar. Las breves anchovetas que pasan a mi lado creen que las devora una agitación de arena y los grandes depredadores me rozan sin percibir mi miedo. El miedo circulará siempre en mi cuerpo como otra sangre. Mi cuerpo no es mucho. Soy una palada de órganos enterrados en la arena y los bordes imperceptibles de mi carne no están muy lejos. A veces sueño que me expando y ondulo como una llanura, sereno y sin miedo, y más grande que los más grandes. Yo soy entonces toda la arena, todo el vasto fondo marino. Extraído de Cosas del cuerpo EL GUARDIÁN DEL HIELO Y coincidimos en el terral el heladero con su carretilla averiada y yo que corría tras los pájaros huidos del fuego de la zafra. También coincidió el sol. En esa situación cómo negarse a un favor llano: el heladero me pidió cuidar su efímero hielo. Oh cuidar lo fugaz bajo el sol. El hielo empezó a derretirse bajo mi sombra, tan desesperada como inútil. Diluyéndose dibujaba seres esbeltos y primordiales que sólo un instante tenían firmeza de cristal de cuarzo y enseguida eran formas puras como de montaña o planeta que se devasta. No se puede amar lo que tan rápido fuga. Ama rápido, me dijo el sol. y así aprendí, en su ardiente y perverso reino, a cumplir con la vida: yo soy el guardián del hielo. Extraído de Cosas del cuerpo POEMA TRÁGICO CON DUDOSOS LOGROS CÓMICOS Mi familia no tiene médico ni sacerdote ni visitas y todos se tienden en la playa saludables bajo el sol del verano. Algunas yerbas nos curan los males del estómago y la religión sólo entra con las campanas alborotando los canarios. Aquí todos se han muerto con una modestia conmovedora, mi padre, por ejemplo, el lamentable Prometeo silenciosamente picado por el cáncer más bravo que las águilas. Ahora nosotros ninguno doctor o notable en el corazón de modestas tribus, la tribu de los relojeros la más triste de los empleados públicos la de los taxistas la de los dueños de fonda de vez en cuando nos ponemos trágicos y nos preguntamos por la muerte. Pero hoy estamos aquí escuchando el murmullo de la mar que es el morir. Y este murmullo nos reconcilia con el otro murmullo del río por cuya ribera anduvimos matando sapos sin misericordia, reventándolos con un palo sobre las piedras del río tan metafórico que da risa. Y nadie había en la ribera contemplando nuestras vidas hace años sino solamente nosotros los que ahora descansamos colorados bajo el verano como esperando el vuelo del garrote sobre nuestra barriga sobre nuestra cabeza nada notable nada notable. Extraído de Albúm de familia LA MANTIS RELIGIOSA Mi mirada cansada retrocedió desde el bosque azulado por el sol hasta la mantis religiosa que permanecía inmóvil a 50 cm. de mis ojos. Yo estaba tendido sobre las piedras calientes de la orilla del Chanchamayo y ella seguía allí, inclinada, las manos contritas, confiando excesivamente en su imitación de ramita o palito seco. Quise atraparla, demostrarle que un ojo siempre nos descubre, pero se desintegró entre mis dedos como una fina y quebradiza cáscara. Una enciclopedia casual me explica ahora que yo había destruido a un macho vacío. La enciclopedia refiere sin asombro que la historia fue así: el macho, en su pequeña piedra, cantando y meneándose, llamando hembra y la hembra ya estaba aparecida a su lado, acaso demasiado presta Y dispuesta. Duradero es el coito de las mantis. En el beso ella desliza una larga lengua tubular hasta el estómago de él y por la lengua le gotea una saliva cáustica, un ácido, que va licuándole los órganos y el tejido del más distante vericueto interno, mientras le hace gozo, y mientras le hace gozo la lengua lo absorbe, repasando la extrema gota de sustancia del pie o del seso, y el macho se continúa así de la suprema esquizofrenia de la cópula a la muerte. Y ya viéndolo cáscara, ella vuela, su lengua otra vez lengüita. Las enciclopedias no conjeturan. Ésta tampoco supone qué última palabra queda fijada para siempre en la boca abierta y muerta del macho. Nosotros no debemos negar la posibilidad de una palabra de agradecimiento. Extraído de El huso de la palabra EL MAESTRO DE KUNG FU Un cuerpo viejo pero trabajado para la pelea madruga y danza frente a los arenales de Barranco Se mueve como dibujando una rúbrica antigua, con esa gracia, y sin embargo, está hiriendo, buscando el punto de muerte de su enemigo, el aire no, un invisible de mil años. Su enemigo ataca con movimientos de animales agresivos y el maestro los replica en su carne: tigre, águila o serpiente van sucediéndose en la infinita coreografía de evitamientos y desplantes. Ninguno vence nunca, ni él ni él, y mañana volverán a enfrentarse. -Usted ha supuesto que yo creo a mi adversario cuando danzo- me dice el maestro. Y niega, muy chino, y sólo dice: él me hace danzar a mí. Extraído de Cosas del cuerpo
acerca del autor
Héctor

José Watanabe nació en Laredo, Trujillo (norte del Perú) en 1946. Publicó su primer libro, “Album de familia” (1971). Su segundo, “El huso de la palabra” (1989) fue considerado por la crítica nacional como el poemario más importante de la década de los ochenta. En 1994, publicó “Historia natural”. Su obra poética se editó en Londres en 1997, con el título “Path through the canefields”. En 1999, apareció “Cosas del cuerpo”. En 2000, la Editorial Norma publicó la antología “El guardián del hielo”. Realizó una adaptación de “Antígona” de Sófocles, para el grupo teatral Yuyachkani. Trabajó también como guionista para largometrajes peruanos. Publicó “Antígona” (Lima, 2000, versión libre de la tragedia de Sófocles). “Habitó entre nosotros” (Lima, 2002). “Elogio del refrenamiento” (Rena-cimiento, Sevilla, 2003, antología). “Lo que queda” (Monte Ávila, Caracas, 2005, antología). “La piedra alada” (Pre-Textos, Valencia, 2005-Peisa, Lima, 2005). “Banderas detrás de la niebla” (Pre-Textos, Valencia, 2006-Peisa, Lima, 2006).