Arte
1 10 2007
Presentación del libro de arte "Liber Fridman, pinturas" por Ernesto Sábato
En
Abaddon el exterminador digo algunas palabras que siguen teniendo actualidad, hoy más que nunca. El arte, con dramáticas excepciones, se ha convertido en un arte de elite en el peor sentido, en una especie de irónico rococó semejante al que dominaba los salones franceses del siglo XVIII. Es decir, lejos de ser un arte de vanguardia es uno de retaguardia. Y, como siempre sucede en esas condiciones, un arte menor: sirve para divertir, para pasar el rato, entre guiñadas entre los que están en la cosa. En aquellos salones se reunían señores y señoras hartos de la vida, para chismorrear y tomarlo todo en broma. Se elaboraban acrósticos ingeniosos, epigramas y juegos de palabras, parodias de la
Eneida, se proponían temas y había que hacer versos sobre eso. Una vez se hicieron veintisiete sonetos sobre la (hipotética) muerte de un loro. Una actividad que, es al gran arte como los fuegos artificiales al incendio de un orfelinato.
Musique de table, nada que perturbara la digestión. La gravedad era ridiculizada, el ingenio suplantaba al genio, que siempre es de mal gusto. Mientras la pobre gente se moría de hambre o era torturada en las mazmorras, un arte de esa naturaleza solo puede ser considerado como una perversidad del espíritu y putrefacta decadencia. Hay que decir, en defensa de aquella raza, sin embargo, que no se consideraban paladines de la revolución que se venía. Hasta en eso tenían buen gusto, lo que no puede decirse de los que hoy se dicen revolucionarios. Aquí, en Buenos Aires, hace algunos treinta años, recibieron con alborozo el proyecto de una novela que podía leerse de adelante para atrás o de atrás para adelante. Como aquellos marqueses. En una bienal de Venecia alguien expuso un mongoloide en una tarima. Cuando se llega a esos extremos, se comprende que nuestra entera civilización se derrumba. Liber Fridman, del que nadie o casi nadie se ocupó cuando hizo una muestra, a sus 84 años de haber recorrido las arcaicas culturas de América Latina, incluyendo el Amazonas, un hombre que además hizo grandes restauraciones en pinturas de sus templos, uno de los seres más buenos y generosos que he tenido la suerte de conocer, es, sin duda, un pintor que pasará a la historia de nuestro continente artístico.
Santos Lugares, mayo de 1995