Nadie sabe más del pájaro que la rama
y cuando éste emprende el vuelo
ella pinta su esqueleto de colores
y sueña que es un ruiseñor
y que le crecen alas por todos lados
y entonces canta y cuando ella canta
el bosque se estremece de emoción
y hasta las piedras quieren bailar
y hasta los ríos se conmueven
con aquella melodía
Nadie sabe más de la rama que el pájaro
y cuando juega allá en la altura
sueña con ser un árbol
y que en sus alas anidan las alondras
y los gorriones recién nacidos
y que en sus huesos florecen astillas
y que en el vientre de tales astillas
se abrigarán los sueños de las pobres gentes
Pájaro y rama se conocen desde la infancia
pero ignoran que el paisaje es un pretexto
una farsa inventada por Dios
para cuadrar la historia
Cicatrices de guerra
A veces
cuando me emborracho
las palabras me traen a casa
en un viejo triciclo de madera
Y lejos de quitarme los zapatos
y acostarme
como ocurre en estos casos
me dejan tirado en el jardín
lleno de hormigas
y con la cara pegada
al foco del alumbrado
“Eso te pasa por escribir malos poemas”
me dicen
y se marchan cantando y riendo
abrazadas
a mi última cerveza
TOCATA Y FUGA
El canario sólo canta por encargo
El gorrión es atrapado por el canto
en pleno vuelo
El grillo toma nota de todo
y guarda sus partituras con llave
porque ahora tiene un nuevo repertorio
Fragmentos de un sueño
Cuando entres en el paisaje
tus pechos caerán
y rodarán toda la tarde
hasta salir del paisaje
Un niño los dejará
sobre la página en blanco
y esperará a que suban por tu cuerpo
antes que sus juguetes apaguen la luz
Señales de ruta
Si te pierdes en el bosque del lenguaje
piensa el poema que más te guste
y dilo en voz alta
Las palabras nos llevan de la mano
me grita Dios
desde una estrella a pedales
Cuando llegues al último verso
encontrarás la salida
Cámara lenta
El señor del chaleco triste
ya no da de comer a las palomas
los domingos por la tarde
Ahora ha encontrado una viuda joven
con la que espera pasar sus últimos días
tendidos en el lecho y comiendo manzanas
Los domingos por la tarde
vuelve a aquella plaza
del brazo de su amada
y se sienta en el mismo banco
a contar la misma historia
que antes repitiera a las palomas
La mujer escucha embelesada
cada palabra que asoma por la boca de su héroe
El paisaje se cruza de brazos
el viento cabecea y bosteza entre los árboles
la tarde sale a estirar las piernas
las palomas lo miran con nostalgia
Tres kilos pesó la muerte
Cuando nació la muerte
nadie quiso tomarla en brazos
era tan fea como las gordas de Botero
“No durará mucho”
dijo la madre al salir del parto
tan resignada y ausente
como una piedra en medio del temporal
Pero la muerte traía en los ojos
una luz endiablada
un dulce escalofrío de eternidad
Se equivocaron los médicos
y la matrona
y aquél que pasó la noche
llamando a la funeraria
“Ahora es una guagua robusta”
comentan las enfermeras
“y a veces hasta Dios le cambia de pañales”
Mario Meléndez (Linares, Chile, 1971). Estudió Periodismo y Comunicación Social. Ha publicado: "Autocultura y juicio" (con prólogo de Roque Esteban Scarpa), "Apuntes para una leyenda" y "Vuelo subterráneo". En 1993, obtuvo el Premio Municipal de Linares. Participó en los Encuentros de Escritores Latinoamericanos, Santiago, 2001 y 2002, y en el Internacional de Amnistía y Solidaridad con el Pueblo, Roma, 2003. Colaboró en revistas "Other Voices Poetry" y "Literati Magazine" en 2005. Recibió el premio "Harvest International" otorgado por la University of California Polytechnic (EE.UU.). Se han traducido sus poemas al italiano, inglés, francés, portugués, holandés, rumano, persa y catalán. Actualmente vive en ciudad de México, donde realiza talleres literarios y diversos proyectos culturales.