Lo que dicen de mí las piedras
Las tristes piedras, que tan bien
manejan el silencio
y saben ver el oro de los días
y las noches,
conocen el misterio de las heridas
que se curan
y de los hombres que se levantan.
Las dulces rosas que tan bien
acompañan a las manos
y se desprenden de las tumbas
con la lluvia,
nunca dejan que el gesto sea baldío,
que el tiempo se convierta en piedra.
Cuentan del bosque tantas mentiras
como árboles lo habitan,
ladrones de almas viajando por el tronco
visitando la savia de los años.
Cuentan que en el medio de la vida,
entre el bosque y la penumbra
se apagan las palabras,
se aprende a beber de los días,
Cuentan que las tristes piedras
que conducen al osario
son las rosas que iluminan tu camino
para que adivines lo andado.
Idoneidad del cuerpo
El corazón que da vida al soma
Insuflando aliento a fondo perdido,
Esperanza de la osamenta
Tejido cósmico y óseo.
La branquia que acelera el paso
Tomando el pulso de la acera,
El chorro de sangre que anima el rostro
Dibujando el trazo, saltando a la cara.
Acomodo brutal de la espina
Y las vértebras que se funden con el agua,
Trozos de mortal sustancia
Cociente del fuego y la galerna.
Sobre esa inmortal caverna
Yace el hombre desde el abdomen,
La justa medida de esencia divina
La idoneidad del cuerpo extendido.
Olvido de mí mismo
Encuentra el tiempo
Para asomarte al mundo,
Hundir los dedos en el aire
Comerte la vida.
He visto otro cielo
Otras puertas,
Lo perdido yace informe
Camino del olvido.
Del libro “Bagajes del Alma”
Ese cuerpo no se alza como el resto
Pueden servir tanto corceles como galgos,
Jinetes en vela, cíclopes dormidos...
los que descansan junto al río, los que apenas el
invierno
han resistido,
de todo hay. Tu desierto junto al mío.
Me deslizo entre campos de fatiga
Porque necesito ser hombre o mujer, día o noche,
árbol o piedra, perfecto,
conocedor de las tormentas, marinero entre cuerpos
hambrientos.
Quiero devorar iglesias y palacios, pan fresco y
hacinado,
Torres maestras, orgullos elevados,
Me planto delante de esta vida. Quiero un río,
Lo quiero en medio de todas las figuras,
Una barca de madera, unos remos,
Una espalda erguida,
Un niño.
Vísperas de todo
Menos mal que el fuego me hierve por la sangre
Las manos me amarran al cuerpo, en un tiempo.
No me reprocho mi fe en la carne (avejentada)
Pero no sabría encontrarme en esta vida de gusano,
Torcer por esa calle, ladrar, reconocerme
Animal completo, hierba, nube, estómago,
Principiante.
Del libro “Lleno del mar”, año 2005
He venido a verte, porque espero ser tu última casa
He venido a verte porque espero ser tu única casa. Tu jardín
más hermoso y último, tu vida.
En tu mano mis ojos, verdes, definitivos, mis palabras,
las más
auténticas, las únicas.
He venido a verte
porque no conozco lugares como los tuyos.
El tronco partido
En esta luz elevada, a tiempo derretida,
el tronco del hombre dormido
dibuja formas excelsas.
Enfrentando la lluvia
Una mariposa encendida por la pasión de ese vuelo tan corto
como hermoso, ha elegido prestarme sus alas incendiadas
para pintar juntos los ángeles del cielo, las praderas del aire.
En ese batir simultáneo de espaldas acorchadas, va disuelto
el corazón, la piel erizada,
enfrentando la lluvia, descalzos y peregrinos,
tomas tú mis raíces, yo bebo de las tuyas.
Del libro “Hemisferio Sur”, año 2007