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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 2 2009
El arte de Sepulveda nos hace despertar a una realidad irracional, por Antonio Limón

Cuando uno escucha que la visión es uno de los sentidos más preciados para un artista visual, solo queda asentir. Sin embargo, a veces, la experiencia puede establecer lo contrario ¡Ojo con esto! nos decía el mago. Sin entrar en misticismos, la primera vez que me confronté a la creación de Francisco Sepúlveda, pude captar que, interiormente, algo en ella me molestaba. Mucho después comprendí que mi incomodidad con respecto a los cuadros de Sepúlveda se debía a que ellos son en apariencia cuadros, pero que antes que apelar a mi sentido de la visión, despertaban en mí, otros sentidos. Esto pasa porque —luego lo confirmaría— lo primordial en ellos no es el carácter pictórico, sino la relación vital entre el acto creador y la mano que plasmó las creaturas que se nos presentan en ellos.

Afrontar, entonces, como espectador los cuadros de Sepúlveda, es dejar a mitad de camino la fuerza que reside en éstos. De acuerdo, pero ¿qué pasa con artista? El pintor nos prueba en cada una de sus obras que la visión no es más que otro de los sentidos con los cuales él crea. De hecho, a veces me he preguntado si simplemente algunos de sus cuadros no los habrá pintado, en parte, a ojos cerrados. No se trata de una exageración, sino de una inquietud que nace de la observación detenida a los colores y temas que Sepúlveda aborda con un estilo singular ¿El pintor se burla de nosotros o nosotros nos burlamos a nosotros mismos? ¿Se trata de no mirar los cuadros que expone? ¿Arte para ciegos o hecho por un ciego?

Me atrevo a decir que luego de ver trabajar a Sepúlveda en su taller y de mancharme con los pinceles que deja a medio colgar en los bordes de donde sea, me consta que es inevitable sentir la pintura despertar en sus telas y que ellas devienen otro personaje más que interroga, responde y hasta insultan en medio de los atriles. Todavía no es posible definir hasta donde podrán extenderse los límites del arte y posiblemente nunca se podrá (por fortuna); pero en el caso de Sepúlveda la extensión de sus cuadros sobrepasa la bulla, el frenesí de los tiempos actuales y nos despierta a una realidad íntima. Los límites están dentro del que observa. Ojo con ver más de lo debido, pequeño Edipo.

El antropomorfismo que aborda casi con un arte primitivo asumido y la imaginería que pueblan sus temas, no son menos reales que el pan que comemos. Los abismos, el ojo del abismo que acusaba Artaud en el arte sublime. Acaso hemos construido demasiados castillos de arena y ahora ya no sabemos hacer otra cosa que creer en ellos. Hace falta recrear el grito primitivo que precede al silencio, aquel necesario para salir a cazar ¿Buscar a la mujer? No, Buscar a la presa.

La imitación ha sido prácticamente neutralizada y la única mímesis que un sepulveda denota, es la de un universo anterior al de la razón. La barbarie intenta quemar a sus brujas, he aquí que alguien nos las trae a contracorriente. Los petroglifos, laten, sudan, ahora en bicicleta y nos revuelven la noche del ojo con molinos. La ciencia encuentra su justificación primigenia, no el juicio, no el temor, sino la exaltación de la música de las esferas, intuida, mucho antes que por Pitágoras, por los primeros hombres. Si hoy volvieran éstos, serían, sin duda, mis asesinos y grandes artistas.

La transmisión de esta realidad, obviamente, no puede ser solo vista, sino que sobre todo, sentida. Así, estamos ante un artista que no busca burlarnos, sino más bien, despertarnos y —casi emulando a Mallarmé, quien hizo un poema musical que no necesita libreto— despertarnos a una realidad que no necesita ser “racional”. Bellos son los que duermen en una falsa tela, tela de araña, tela del sin ZENtido, Zen está de moda, la familia mira la tele y la muerte parte jubilada por no vender seguros. En los cuadros de Sepulveda, el sexo, las mujeres, sobrevuelan las ondulaciones, proporcionan una hermosa leche y cantan en sus bacanales el abismo del que nos divorciamos; abismo que nos ha impulsado hasta este mundo. En suma, trabajo para la verdadera muerte, arrugada y multicolor como los fondos de estos cuadros.

acerca del autor
Francisco

Francisco Sepulveda, Santiago de Chile, 1977. Alumno del Pintor Gonzalo Cienfuegos y el Grabador Klaudio Vidal en la Escuela de Arte P.U.C. de Chile. Primera exposicion personal en 1995 en la Corporacion Arrau de Santiago. En 2002 primera exposicion personal importante en el Museo de Arte Contemporaneo de Santiago. Exposicion en el Museo de Arte Moderno de Castro (Chile), 2003. Luego expone en países como: Argentina, México, Canada, Lituania, Bulgaria, Hungría, Alemania, España, Francia, Grecia, Japon. Actualmente vive y trabaja en Prevessin-Moens (Francia). Exposiciones en el 2009: Maison Fusier de Ferney-Voltaire, marzo de 2009. Puls'Art de Le Mans, del 21 al 24 de mayo 2009. Galerie L'Oeil Soleil de Clious-Clat, del 5 de junio al 17 de agosto 2009.