Asesino

Hoy maté un segundo
se quedó pegado a la suela
de mis zapatos marrones.
Se quedó pegado por tu culpa
y lo asesiné por mi espalda
y a su despecho,
lo taconeé con el próximo paso
y se abrazó a un cigarrillo extinto.

Hoy maté un segundo
se había devorado horas
llenas de tu ceño fruncido.
Había embargado tus bienes alegres
e hipotecado tus miradas de gaviota.
lo maté a mansalva
y sin culpa ni disculpa.
Lo maté primero… al segundo.

Este verdugo sin culpa
se culpa con orgullo
de exprimir tu cuello
y meterte al bolsillo
de tiempos no vividos
junto a las horas sin aguja
y a los ayeres con olvido
dormidos sin respiro.

Pero la mirada venusiana
no me la robas,
el beso otoñal
me lo quedo yo,
los hoyos de la mejilla de ella
me herirán a mi
por un instante,
sin segundo.

Flácida

Tú. Pétrea, blanca, mujer con hoy…
¿Qué quieres mujer de mármol?
Musa de todos
con cintura de nadie
y besos de sorteo.
No compro loterías, gracias
… solías ser flácida.

Tu ruta de vaivén
con estrella fugaz
terminó boca arriba pero panza abajo
bajo las suelas de tu ego
en la alfombra de cemento
de mi patio trasero
aquel que no suelo ver
por ser y estar tan mierda.

Y crees que los universos ajenos
son bumeranes de cristal
que atacan tu escapada
y laceran tu nuca.
Quédate un ratito
y mira en mis ojos tu pasado
sin bumeranes ni universos,
mira el hierro de tus actos,
mira el óxido de tu descaro.

¿Lo ves?
Año tras año se juntan
día tras día anochecen
tus pisadas sin silencio
tus andadas con culpa.
Solías ser flácida
solías ser mi extensión
sin bandera coloreada
con asta de caña.

¿Y ahora te irás?
¿Alguna vez supiste a que viniste?
A doblarte
a vestirte
a cortarme
viniste para irte
porque no hay partida sin venida
viniste con tu flacidez
a convertirte, años después,
en roca fiel
sin raíz, sin adiós.