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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
5 5 2009
Monumentales esculturas de Botero en Miami, por Sarah Moreno

Las piezas, en bronce y valoradas en varios millones de dólares, forman parte de la colección de esculturas monumentales del galerista miamense Gary Nader, quien el año pasado prestó 10 y este año un lote diferente de otras ocho.

"Las esculturas de Botero te poseen porque son casi como edificios. Pero además de su presencia imponente y de su valor estético, le dan alegría al espectador porque son jocosas'', comenta Nader, que considera que al unirse el prestigioso nombre de Botero al Fairchild se atrae a más personas a este "tesoro'' miamense.

La muestra actual se suma a un proyecto de arte al aire libre que el Fairchild organiza desde el 2002, y que también exhibe el colorido trabajo en cristal de Dale Chihuly y los conjuntos geométricos en acero de Mark Di Suvero.

"El diseño de los jardines constituye de por sí una obra de arte, pero si junto a las esculturas de la naturaleza se exponen las hechas por el hombre, se consigue una armonía bellísima'', dice Nannette Zapata, directora de Operaciones del Fairchild Tropical Botanic Garden.

Las piezas de Botero se ubican en puntos estratégicos del jardín: entre enredaderas florecidas, al final de un camino de palmeras o junto a un estanque. Man Walking, una figura de 11 pies de alto que camina sobre otro hombre acostado, representa, según la leyenda que la acompaña, una alegoría del poder. Unos pasos más allá, Adán, de 1990, muestra sin perder detalles los atributos de la anatomía masculina.

Solitaria, en la esquina que han reservado para "ella'', se halla Reclining Woman, del 2003, una mujer de dimensiones rubenescas y en posición de "maja desnuda'', que se interpreta como un canto a la sensualidad femenina.

El caballo, uno de los temas favoritos de Botero, toma cuerpo en Horse, del 2005. Con su postura simpática y marcial, la escultura se convierte en juguete favorito de los niños, que pasan entre las gruesas patas del animal.

Este es uno de los objetivos del jardín, que estimula a los visitantes a que interactúen con las piezas.

"Es más fácil que el público aprenda a amar el jardín, si lo puede apreciar junto a una obra de arte'', comenta Zapata. "Para mí éste es el renacimiento del Renacimiento, porque el arte y la naturaleza vuelven a juntarse''.

Por su parte, Virginia Lasnier, madre de un niño de 4 años, considera que las esculturas del parque son una oportunidad para que su hijo entre en contacto con el arte, en un ambiente natural.

"Botero es mi artista favorito. Vi sus piezas cuando hicieron una gran exposición en los Campos Elíseos'', cuenta Lasnier, francesa que se estableció en Miami hace ocho meses. "A mi hijo le llaman mucho la atención las figuras que ve en los libros que tengo de él, y lo traigo para que pueda verlas de cerca''.

"Lo que más me motiva es ver la cara de los niños ante una de estas esculturas, porque cuando uno es chiquito las percibe aún más grandes, y se convierte en una experiencia inolvidable'', acota Nader, que ha insistido en que se propicie el contacto con las piezas.

"Pocas veces uno puede tocar el arte. Me gusta que las sientan y que puedan vivir con ellas'', precisa Nader.

El Fairchild organiza numerosas actividades educativas con niños y adultos: clases de pintura, fotografía y cocina. Las noches de jueves son especiales en el parque, que permanece abierto hasta las 9 p.m., para que las esculturas puedan verse a la luz de la luna e iluminadas con luces especiales.

acerca del autor
Fernando

Fernando Botero, Medellín (Colombia), 1932. Tras haber hecho sus primeras experiencias artísticas en su ciudad natal, en Bogotá y un pueblo de la costa norte de Colombia, llega en 1953 a España, pasa por París y se queda tres años en Italia. Regresa a Colombia, visita México y vive en Nueva York de 1960 a 1973, donde empieza a ser conocido. Las principales ciudades del mundo expusieron o hicieron retrospectivas de sus lienzos. Sus esculturas adquiere una celebridad planetaria desde la exposición en los Campos Elíseos de París en 1992, en Nueva York, Chicago, Buenos Aires, Madrid, Washington y otras grandes urbes. Reside simultáneamente en Pietrasanta (Italia), Mónaco, París y Nueva York.