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Desde 2001, difunde la literatura y el arte — ISSN 1961-974X
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Arte
1 6 2009
Osvaldo Vigas, el eterno pintor, escultor y poeta (entrevista) por Ivonne Attas

Osvaldo Vigas, para mi y para muchos más entendidos que yo en las artes, es el artista latinoamericano que ha tenido un trabajo más uniforme y coherente en los últimos años. Su fama trasciende nuestras fronteras y cada día o en cada ocasión que se presenta una muestra de su trabajo, encontramos un Vigas más universal, el eterno poeta y pintor, el escultor, ahora haciendo tapices, cerámicas, grabados y un sin fin más de cosas que en sus manos adquieren la envergadura de obra de arte.

Mientras recorro de la mano de su esposa, Janine, el taller, ordenado en su multiplicidad de elementos, el maestro me espera arriba en la sala de la casa, vestido de blanco todo, pero con el pantalón manchado de pintura interrumpida por mi visita. Lo noto más callado que en otras oportunidades, es como si no quisiera perder el tiempo hablando de banalidades, por eso me apresuro a comenzar la entrevista. Sin embargo, los anécdotas surgen igualmente y nos obligan a detenernos en etapas de su vida que no quiero dejar de reseñar.

Nos intriga su parte poética, quizás se nos olvida que el artista, cuando es artista de verdad puede expresarse de diferentes maneras y hoy leyendo sus poemas, entiendo a Vigas pintor, escultor, ceramista, etc., más que nunca. Hay un sólo ser lleno de vitalidad, sensibilidad y hasta ingenuidad en este artista que con cualquier elemento hace con su mente inquieta, llena de preguntas existenciales sin respuestas, una enigmática Obra de Arte.

Ivonne Attas: Maestro Vigas, usted es de los pocos artistas que puede expresarse a través de diferentes técnicas, por lo que en cada muestra de su obra sorprende, porque se le agrega una nueva forma de manifestarse, el poeta, el pintor, el escultor, el muralista y también la tapicería y la cerámica. A qué se debe esta constante búsqueda o qué lo inspira a crear a partir de cualquier material?
Oswaldo Vigas: No es búsqueda. Nunca busco nada. Las cosas que hago se presentan sin buscarlas. Lo que hago es agarrarlas antes de que se vayan. Son las circunstancias las que mandan. Por ejemplo, en el caso de la cerámica, todo partió de un encargo para la fachada del Ateneo de Valencia que Cerámicas Carabobo se ofreció para realizarlo. Descubrí el material que hasta entonces no conocía a medida que trabajaba y, en los momentos libres, utilicé los moldes que se usaban para la cerámica industrial para hacer en ellos lo que me venía a la cabeza.
Así surgieron platos, banderas, placas de gres, etc. Todo es cuestión de no dejar pasar oportunidades. Lo mismo podría decir de mis tapicerías o de los murales de la Ciudad Universitaria. Tengo la suerte de disponer de un reservorio de imágenes que no termina nunca y agarro de allí lo que me interesa en cada ocasión, sin miedo; y felizmente, hasta ahora, cada técnica nueva ha aportado algo a mi obra.

Sus cuadros y esculturas y todo lo que lleva su firma resulta algo impactante por originales y a la vez enigmáticos. Se mezclan figuras que resulta difícil saber si se trata de humanos, animales, plantas o quizás... seres extraterrestres. ¿Le preocupa que su arte vinculado a lo irracional no sea entendido por la mayoría?
O.V.: Todo lo que hago es producto del inconsciente colectivo. Así como muchos aprecian o intuyen lo que yo expreso, otros lo rechazan violentamente. Ya estoy acostumbrado. Y el hecho de que no guste a todo el mundo me halaga, porque casi siempre lo que gusta a todo el mundo es superficial y contrario a lo que me interesa.

Cuando crea, ¿lo hace de una forma instintiva o racional?
O.V.: De manera totalmente irracional en un primer momento. Luego interviene la razón y la experiencia -larga en el caso mío- que son las que, en resumidas cuentas, aceptan o rechazan. Sin embargo, con frecuencia me pregunto hasta cuando durará esto que suelen llamar "inspiración" que, para mí, es sobre todo, mucho trabajo.

¿Qué relata Vigas en sus obras?
O.V.: No relato nada. Mi pintura es a base de imágenes y ellas son mudas, no hablan. Ese es un papel que no lo pongo yo, sino él que mira la obra, interpretándola según su propio yo, sus deseos, sus temores, sus angustias, etc.

La simbología es importante en toda su creación. ¿Por qué no ser explícito? ¿Acaso hay una complicidad con quien "se enfrenta" a su obra para darle la libertad de interpretar lo que le llega al alma en ese momento, más que a los ojos?
O.V.: Usted lo ha dicho. Es exactamente eso, pero sin complicidad. Cada uno es libre de leer algo en mi obra o de no encontrar en ella ningún interés.

¿La mitología griega tiene alguna influencia en su obra?
O.V.- Siempre me he interesado en la mitología, que sea la griega o todas las otras, pero las imágenes de mi obra no provienen de ellas directamente, sino de mi propia mitología que, como es natural, tiene muchas raíces arquetípicas de carácter universal. Por ello interesa.

Muchos dicen que usted como artista más que ser calificado como contemporáneo, debe serlo como vanguardista...
O.V.: La vanguardia o la retaguardia me tienen sin cuidado. Ninguna me interesa. Es como lo que está de moda. No hay nada peor que estar de moda.

Su obra no se parece a ninguna otra, sin embargo, como todos los artistas, en algún momento de su vida tuvo que sentirse identificado con algún personaje del Arte Mayor...
O.V.: Por supuesto. Vigas no existiría o sería muy diferente si no hubiera pasado por Cezanne que es el Papá, Picasso, otro papá, Georges Rouault, Henri Matisse que son los abuelos, Rufino Tamayo, Lam y Matta que podrían ser los tíos, el arte precolombino y el arte africano que son mis ancestros. Todos ellos han configurado el arte de nuestro tiempo, visto desde América Latina.

¿Y en la literatura, hay algún autor específico que le inspiró alguna de sus obras?
O.V.: No, no recuerdo que algún libro me haya inspirado alguna obra. Pero sí, me interesa mucho en particular la poesía: la de Saint-John Perse, de T.S. Elliot, Neruda, Vicente Gergasi, Juan Sánchez Peláez, Eugenio Montejo, Ludovico Silva y tantos otros que olvido en este momento.
Cuando escribo es igual que cuando dibujo o cuando pinto, las imágenes vienen solas y las palabras también. Las descubro después de que están escritas o pintadas.

¿El hecho venturoso de haber tenido una madre que duró hasta los 101 años hizo que el "niño" que todos tenemos en nuestra personalidad, se acentuara por mucho tiempo en usted?
O.V.: Y sigue presente. "El eterno púber" me califica un gran amigo siquiatra y lo considero un regalo que me ha hecho la naturaleza. No lo combato sino que escucho sus consejos que me alejan del monstruo racional que también llevo dentro.

La figura de la mujer está presente hoy más que nunca en su obra, prueba de ello es su última muestra dedicada totalmente a ella. ¿Es acaso un tributo tardío a la madre, a la esposa, a la amiga, a la compañera?
O.V.: Es un tributo pero no tardío, porque está presente en toda mi obra, desde sus comienzos, al principio de los años cuarenta, hasta ahora. No es un tributo a una mujer en especial, sino a la feminidad en general, con todo lo que ella representa para mí, lo más importante de mi vida.

De los grandes con quién usted compartió en los largos años en Europa, ¿qué recuerdos particulares tiene y sobre todo quién lo impactó más por su personalidad?
O.V.: Casi todos los grandes artistas famosos que la vida puso a mi lado, mucho me han aportado. He sido muy afortunado de poder conocer y tratar a gente como Picasso, genio incontestable del arte de todos los tiempos; Fernand Léger, con quien tuve el honor de trabajar en mis murales de la Ciudad Universitario que realicé en París en el mismo taller donde él trabajaba. Lo veía todos los días y a pesar de la gran diferencia de edad que nos separaba, nos tratamos como si fuéramos compañeros de toda la vida. Lo mismo puedo decir del gran Max Ernst, de Vasarely, de Jean Arp, de Henri Laurens, Petorutti, de Pignon, Alberto Magnelli, Lapicque, Manessier, Rebeyrolles, Baltazar Lobo y su esposa Mercedes Guillén, enviada a Francia por la República Española para comprar armas. Solía llorar cuando recordaba la cantidad de jóvenes que había convencido de ir al frente donde habían encontrado la muerte. En cuanto a Wifredo Lam, fui su confidente, su compañero de todos los días y pude volverlo a ver poco tiempo antes de su muerte. Igual que Roberto Matta, muy diferente, más conflictivo, pero gran tipo cuando se desprendía de su arrogancia. Eso para citar algunos.

¿El artista puede desligarse de lo que acontece a su alrededor y no asumir el compromiso social como Comunicador?
O.V.: La pintura es una forma de comunicación. El artista no es un ser que vive en las nubes. También como ser humano, y a veces mucho más que los demás por su sensibilidad, suele tomar riesgos y compromisos con su tiempo, con su entorno y con las luchas sociales.

¿Qué es la religión para usted, cómo la asume?
O.V.: Soy muy religioso, pero no practico ninguna. Soy ateo. Mi religión es el arte y el arte es religión porque "religa", une lo que está separado, esto es: la razón y los instintos, lo animal y lo espiritual.

¿La presencia de Janine, su inseparable compañera y más que eso, la gerente que todo artista debiera tener a su lado para dedicarse sólo a su creatividad, ha sido indispensable para llegar a tanta fama internacional?
O.V.: Posiblemente sí, lo es. No concibo los años que he vivido junto a ella si no hubiera sido así, compartiendo todo durante todo el tiempo. Janine dice muy a menudo que también es un talento saber escoger a su pareja. Yo digo lo mismo.

La llegada de Lorenzo, este único hijo de la pareja que ya comparte fama con el padre por sus méritos como cineasta ¿en qué cambió su vida?
O.V.: No cambió mi vida, la enriqueció. Aunque yo rehuía la paternidad por miedo a la responsabilidad que implicaba el hecho de ser padre. Eso también se lo debo a Janine que asumió gran parte de ese papel, hasta que yo aprendí a conocer y amar a mi hijo. Lorenzo es actualmente mi mejor compañero y consejero.

Usted podría vivir tranquilo y feliz en París, Barcelona o cualquier otro país europeo donde es estimado y reconocido. Sin embargo ha optado por volver a su tierra y radicarse definitivamente aquí, aún cuando las condiciones políticas de los últimos años invitan poco a la paz necesaria para la creatividad, y que la cultura ha pasado de huérfana a moribunda. ¿Qué razones atan a Vigas y su muy parisina compañera Janine a quedarse?
O.V.: Hace mucho tiempo que decidí vivir acá, en Venezuela, mi tierra, cuando tomé la decisión de volver después de 12 años de vida en Francia, donde ya tenía un prestigio y un camino trazado. Lo hice porque, como venezolano que soy, quería y quiero participar y contribuir en todo lo que pueda al bien de nuestro país, con todas sus virtudes y defectos y asumí compromisos de gran responsabilidad en muchas ocasiones. Y aquí tengo un reproche que me hago a mí mismo: el de no poder comprometerme más en las luchas sociales que se libran actualmente. Las fuerzas físicas que me quedan, egoístamente las dedico a mi obra, lo cual no me impide ver y sufrir al constatar lo que está ocurriendo en nuestro país, actualmente lanzado en una aventura que ha fracasado en todas partes donde se ha querido imponer, y a la cual ya se ha sacrificado una gran parte de nuestras fuerzas y de nuestro capital, comprometiendo así el porvenir de nuestros hijos, lo cual es imperdonable. Estoy seguro que nuestro pueblo no lo olvidará y que en un futuro muy cercano pasará la factura.

Creo haber terminado este encuentro, esta entrevista, pero de pronto viene a mi mente un verso del Vigas poeta:

¡creo haber terminado este cuadro! Braque diría, el tiempo lo decidirá...

Y así me digo yo: No, mientras exista Vigas con su magistral obra, el diálogo no terminará... El tiempo lo decidirá.

 

acerca del autor
Oswaldo

Oswaldo Vigas nació en Valencia (Venezuela) en 1926. A los 16 años, recibe el primer premio del Salón de Poemas ilustrados en Valencia y realiza su primera exposición individual. A partir de 1943, hace muestras individuales y participa en colectivas en los Ateneos de Valencia y de Mérida. En 1949, obtiene el 1er premio del Salón de pintura en el Ateneo de Valencia. Entre 1950 y 1952, expone varias veces en Caracas en el Museo de Bellas Artes. En 1952, gana el Premio Nacional de Artes Plásticas y el Premio John Boulton. A fines de 1952, fija su residencia en París, donde al principio estudia en la Escuela de Bellas Artes y después expone en galerías y museos. En 1964, regresa con su esposa francesa Janine Castès a Venezuela. Desde ese año hasta la fecha, sigue exponiendo sus lienzos, sus tapices, sus esculturas y sus cerámicas no sólo en su país natal sino en EE.UU., Francia, otros países